viernes, 20 de junio de 2008

El epistolario de Flannery O'Connor

José Carlos Martín de la Hoz
El género literario Epistolario es ampliamente conocido en la historia de la literatura. También es muy apreciado como fuente, para realizar sólidas biografías, pues, en las cartas los autores expresan el fondo del alma, y más cuando se trata de escritores, que tienden, lógicamente, a pulir tanto sus escritos y libros que acaban por ocultarse. En cambio, las cartas, redactadas a vuela pluma, dejan libres los sentimientos, tienen el frescor de lo inmediato, están más cerca del corazón.
La lectura del epistolario de la escritora Flannery O’Connor, autora de varias novelas en los años 50, y fallecida con sólo 37 años, muestra una mujer con una profunda fe católica. Aquejada de un lupus, del que murió, su existencia parece limitada a una casa rural, pero realmente está abierta al mundo a través de los libros y revistas que lee y comenta. Sus cartas muestran un alma sensible, con una buena formación, de sencilla vida cristiana, pero bien enraizada: "Sin duda odio el lenguaje piadoso más que tu, porque yo creo en las realidades que oculta" (p.187). Dotada de un corazón grande, añade, con sencillez: "mis oraciones no son sentimentales, pero son constantes, por no decir tenaces, y rezo por ti" (p.182).
A través de la lectura de este epistolario se vislumbra el ambiente de los católicos de Estados Unidos en los años 50: los prejuicios a los que se enfrentan, las ilusiones y esperanzas, y también sus lecturas, gustos y aficiones: "Creo que la razón por la que tantos católicos son tan poco atractivos es que no tienen realmente fe, sino una especie de falsa certeza. Siguen una regla mecánica y para ellos la iglesia no es el Cuerpo de Cristo, sino el seguro de los pobres. Nunca les resulta difícil creer porque, de hecho, nunca reflexionan sobre ello" (p.189).
Su agradecimiento a Dios por la fe, es una constante en las cartas, aparece con naturalidad y muestra una gran seguridad: "Está en la naturaleza de la Iglesia superar todas las crisis, no importa cuán magullada quede. La Iglesia no puede ser identificada con la cultura occidental, y supongo que el naufragio de ésta no provoca en aquella una excesiva sensación de crisis. Ciertamente no tenemos teólogos de la crisis, pero en los países orientales hay muchos mártires, cuya sangre es más valiosa desde un punto de vista místico" (p.238).
Finalmente, con cierto sentido del humor y paciencia, la autora desgrana, interesantes comentarios acerca de las relaciones con otras confesiones religiosas, algo que, con el paso del tiempo, se fue haciendo más habitual en ella: "Una costumbre protestante es condenar a la Iglesia por ser autoritaria y luego culparla de no ser suficientemente autoritaria. Ponen objeciones a que no todos los católicos piensen lo mismo en política, pero que tengan las mismas creencias religiosas" (p. 271).
Un libro que vale la pena leer con paz y tranquilidad, saboreándolo. Sin duda deja una huella profunda y una oración por su alma.


José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

O’Connor, Flannery (2004) El hábito de ser, Salamanca, Sígueme

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