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domingo, 4 de enero de 2009

Desde el corazón

José Carlos Martín de la Hoz

Se trata de un escrito autobiográfico dictado por una mujer que lleva desde los 23 años (1985) inmóvil: no puede hablar, ni mover los párpados, actualmente sólo mueve un poco una rodilla. Se relaciona con el mundo cada vez más tenuemente, pero la cabeza y el corazón permanecen incólumes. La autora sabe que cada día que vive es un regalo de Dios y que su misión es ayudar a explicar al mundo la grandeza del amor de Dios.

Ella, mediante un complicado sistema de comunicación, se expresa y su enfermera lo recoge. Así pues es un libro que brota del corazón. Está escrito de modo inteligente y tiene un buen esquema. Por una parte aporta datos constantes de la realidad, esto hace que la redacción sea creíble. Constantemente el lector descubre que ni es falso ni es un invento: es una vida real.

Por otra parte la clave de la historia está en la experiencia de la muerte. El encuentro con Dios y el regreso: un regreso marcado por la tarea del amor a los demás y por el crecimiento en las virtudes para llegar al cielo.

La autora se muestra como una mujer inteligente, fina, enérgica, directa. Es claro que tiene una piedad fruto del diálogo con Dios y de la profundización de los misterios de la Santísima Trinidad, del sentido purificador del dolor, etc.

Es verdad que al lado de una enferma así, es la familia la que más sufre. Pero también crece. Sí los familiares envejecen, se gastan, pero tienen una constante y fecunda presencia de Cristo en la enferma que cuidan. La familia sufre, envejece, pero crece sanamente.

El libro muestra que hay mucho que explicar a una sociedad entregada a la diversión y con miras muy cortas. Quizás en esta familia están viviendo la oración del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

En cualquier caso ella y sus familia están asistiendo a un milagro que se ya prolonga 23 años, cuando los médicos dijeron que viviría 3 meses. El libro plantea muchos interrogantes y da respuestas vivenciales, pero el lector debe poner de su parte.

No se trata de un libro de lectura espiritual sino de pensamiento. El estilo escogido por la autora, a modo de diario resulta el más adecuado, pues se desarrolla en una línea de pensamiento conectado con fechas: el cruce diario de lo temporal con lo eterno. Desde el fondo de un alma al fondo del alma del lector.

Las páginas 118 a 185, donde se recogen sus conversaciones con otros difuntos y los recados que le transmiten para parientes y amigos pueden desconcertar y requieren de un buen grado de formación para ser bien entendidos. La autora los refiere como "la película Ghost hecha realidad".

José Carlos Martín de la Hoz

Bejano, O. (2002) Alma de color salmón, Madrid, Libros libres

sábado, 18 de octubre de 2008

El modernismo

José Carlos Martín de la Hoz


Han transcurrido 100 años de la Publicación de la Encíclica Pascendi con la que San Pio X atajó el modernismo. En el volumen colectivo editado por la Universidad de Navarra se recogen los datos fundamentales de aquél problema. Como recoge el Prof. Santiago Casas en la introducción: "la Encíclica Pascendi (1907) desautorizaba definitivamente una corriente de opinión dentro de la Iglesia que, desde 1890, se había abierto camino entre muchos intelectuales católicos, sobre todo en la exégesis bíblica y en la crítica histórica. La misma encíclica definió y dio cuerpo a una doctrina que, por lábil y etérea, parecía escaparse a las cosificaciones" (p.11).

Evidentemente, la aplicación fue beneficiosa pero dolorosa. Como señala un poco más adelante señala Casas: "La cuestión bíblica (deudora en particular de la crítica histórica) provocó un reguero de disposiciones oficiales que, en la práctica, dificultaron el desarrollo de la exégesis bíblica hasta, prácticamente, la Divino Aflante Spiritu (1943). Fue el efecto perverso, por así decir, de unas disposiciones de la Santa Sede, todas ellas muy bien intencionadas, y muy meditadas y prudentes" (p.13).

La cuestión nuclear la desarrolla acertadamente el Prof. Izquierdo: se trata de la filosofía de fondo de los modernistas: "En cuanto filósofo, el punto de partida es el agnosticismo: no es posible conocer la verdad porque la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Como consecuencia no es posible el conocimiento natural de Dios" (p.53). Y, respecto a la Escritura, el modernista, en palabras de Izquierdo: "En realidad, los libros sagrados son una colección de las experiencias religiosas más elevadas, y la inspiración divina no es sino la necesidad que el creyente siente de manifestar su propia fe" (p.55). Finalmente, recoge el Prof. Izquierdo la respuesta al problema de la historia que se planteó en el modernismo: "En el caso del conocimiento histórico, la tradición acompaña al método histórico-crítico, que es sensible, sobre todo, al reflejo positivo de los hechos de la historia, al cual permite llegar mucho más a fondo en el conocimiento de la realidad histórica de la que los hechos son solamente una manifestación" (p.75).

En la aportación del Prof. Bedouellet, se recoge un texto publicado por Loaysi, uno de los pensadores que provocaron la Pascendi, 30 años después: "Mis propuestas no eran compatibles con la concepción escolástica de los dogmas. Con la divinidad absoluta de Jesús. No eran sostenibles sino en una teoría relativista de la creencia religiosa y de la inmanencia de Dios en la humanidad" (p.164).

Finalmente, el Prof. Saranyana, en la conclusión de esta obra, señala lo siguiente: "El modernismo teológico no fue un intento de abrir vías de diálogo a la Iglesia con la edad moderna (es decir, con la vida política y con el progreso científico), sino, por el contrario, un intento de transformación de la Iglesia para que ésta se adecuase al mundo moderno" (p.304).

José Carlos Martín de la Hoz

Casas, S. (ed) (2008) El modernismo a la vuelta de un siglo, Pamplona, Eunsa

domingo, 14 de septiembre de 2008

Los obispos y la Inquisición

José Carlos Martín de la Hoz

El catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria, en sus comentarios a la Suma Teológica de Santo Tomás, resalta la importancia del oficio de regir la Iglesia concedido a los obispos, dentro de las funciones otorgadas por Jesucristo cuando instituyó el Colegio episcopal, junto a la cabeza de la Iglesia, el Romano Pontífice. En esos comentarios subraya, también, las demás funciones, y derechos del Episcopado, el origen divino de sus funciones, etc. Todo ello en plena consonancia con la Tradición de la Iglesia.

Precisamente, ante el auge de la extensión del protestantismo, Vitoria levanta su voz para quejarse de la ignorancia y pasividad de los obispos de su época ante la gravísima situación doctrinal planteada por Lutero: "sólo uno de ellos ha escrito contra los luteranos", dirá refiriéndose al que después sería San Juan Fisher (II-II q.2, a.8, ed Vicente Beltrán de Heredia, Salamanca 1932, p.76).

En esas palabras hay un eco del IV Concilio de Letrán (1215), en el que se recordó a los obispos su obligación de permanecer vigilantes ante la herejía: "Si algún obispo fuese negligente o remiso acerca de la expurgación del fermento de la herejía en su diócesis, cuando apareciesen certezas será depuesto del oficio episcopal y sustituido por otro idóneo que quiera y pueda contrarrestar la herética parvedad" (IV Concilio de Letrán, Const. De haereticis, c.3, COD, p.234).

En la reciente bibliografía sobre la Inquisición española, se está volviendo a resaltar los argumentos de los diputados de las Cortes de Cádiz partidarios de la abolición del Tribunal de la Inquisición, que insistían en la defensa de los derechos de los obispos, conculcados por el Santo Oficio, pues suponía, decían, una merma del munus regendi episcopal.

Conviene recordar los argumentos contrarios a esta postura, como la que refleja el diputado por Valencia, Borul: "con el establecimiento del Santo Oficio no se despojó a los obispos del conocimiento de las causas de herejía: lo que se hizo fue destinar a los inquisidores para que les auxiliaran en este pesado cargo, mandando que junto con los mismos hubieran de sentenciar las que se ofreciesen, y que sus procedimientos se habían dirigido siempre no al castigo, sino a la conversión de los herejes" (cf. F. Martí Gilabert La abolición de la Inquisición en España, p.178).

El 22 de enero de 1813, después de muchos debates y con 90 votos a favor y 60 en contra, las Cortes de Cádiz declararon el Tribunal de la Inquisición incompatible con la Constitución. Un mes después se crearon los tribunales protectores de la fe, bajo la potestad de los obispos. Por tanto, la supresión no existió: sólo se reformó su nombre y parte del procedimiento. Así pues, los obispos nunca renunciaron a su oficio de regir la Iglesia, aunque algunos sólo lean parte de la historia.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Martí Gilabert, Francisco (1981) La abolición de la Inquisición en España, Pamplona Eunsa..

Martín de la Hoz, José Carlos. Inquisición y tolerancia, en Anales Valentinos 45/97, pp.119-154.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Los Gnósticos

José Carlos Martín de la Hoz

Ediciones Trotta acaba de publicar el segundo volumen de escritos gnosticos. El texto ha sido preparado por Francisco García Bazán. Con este trabajo queda completa la edición de los textos Apócrifos del Evangelio en donde apoyaban sus teorías Simón el Mago, Basílides, Valentín, Marción, etc. Cómo es sabido, la herejía gnóstica surgió con gran fuerza en el siglo II, perdurando en múltiples formas hasta el siglo IV. Sintéticamente se trataba de una tergiversación del Evangelio mezclándolo con teorías filosóficas.

Es interesante releer el extenso trabajo de San Ireneo de Lyón, adversus haereses realizado alrededor del 180, en donde da cuenta por extenso, tanto de esos apócrifos, como de las teorías de los autores antes mencionados.

La primera característica del gnosticismo es el clasismo. Por eso, San Ireneo señala: "Me parece que no quieren entregar manifiestamente estas enseñanzas a todo el mundo, sino solamente a aquellos que son capaces de pagar substanciales recompensas a cambio de tan grades misterios". Y añade que la predicación de Jesucristo fue universal: "Porque estas cosas no son como aquellas de las que Nuestro Señor dijo: ‘Vosotros que habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente’ (Mt 10,8), sino misterios apartados, prodigiosos, profundos, descubiertos con una labor inmensa a todos los amigos de la mentira" (I. 4,3).

Para hacer creíble su doctrina los gnósticos mezclaban textos falsos de la Escritura Santa con textos verdaderos: "Transfieren y transforman y, haciendo una cosa de otra, seducen a muchos por medio del fantasma inconsistente que se forma de las palabras del Señor así acomodadas" ( I. 8,1). Y, más adelante S. Ireneo lo dice con más claridad: "Introducen además subrepticiamente una multitud infinita de Escrituras apócrifas y bastardas, confeccionadas por ellos, para impresionar a los necios y a los que ignoran los escritos auténticos" (I. 20,1).

Los evangelios Apócrifos no funcionaron pues el propio pueblo cristiano los rechazó, como testifica s. Ireneo en pleno siglo II: "Así ocurre al que guarda de manera inalterable en sí la ‘Regla de la Vedad’, que ha recibido por medio de su bautismo; reconocerá los nombres, las frases y las parábolas procedentes de las Escrituras; pero no reconocerá el sistema blasfemo inventado por éstos" (I.9,4).

Una nota más añade S. Ireneo acerca de estos autores y es que se sitúan por encima de los Apóstoles: "Según Marción solamente habrá salvación para aquellas almas que hayan aprendido sus enseñanzas"(I. 27, 3). Y, la consecuencia inmediata: "A partir de los que acabamos de nombrar, han surgido múltiples ramificaciones de multitud de sectas, por el hecho de que muchos de ellos –o por mejor decir de todos- quieren ser unos maestros: abandonando la secta en la que estuvieron y disponiendo una doctrina a partir de otra, después también una tercera a partir de la precedente, se esfuerzan en enseñar de nuevo, manifestándose a sí mismos como inventores del sistema que han construido de esta manera" (I, 28,1).

José Carlos Martín de la Hoz

S. IRENEO DE LYON, Adversus haereses, ed. apostolado mariano, Sevilla 1999


miércoles, 3 de septiembre de 2008

La defensa de la fe en los primeros años

José Carlos Martín de la Hoz

Como es sabido, Jesucristo, antes de ascender al cielo, otorgó a sus Apóstoles el conocido mandato: "
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; [20] y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20).

Entre otras cosas, para el gobierno de la fe del pueblo y para el tratamiento de la herejía, los Apóstoles recordarían, la siguiente afirmación de Jesucristo: "Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano. En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo"(Mt 18, 15-17). Es decir: corrección fraterna, admonestación eclesiástica, y excomunión.

Santo Tomás, al hablar de la pena de excomunión establecida por San Pablo (cfr.I Cor 5, 2.6), para los herejes, recuerda su significado: defender la fe de los débiles. Por tanto aclara que si los cristianos son firmes en la fe, de tal modo que de su comunicación con los infieles pueda esperarse más bien la conversión de éstos que el alejamiento de aquellos de la fe, no debe prohibírseles el comunicar con los infieles que nunca recibieron la fe, con los paganos y judíos, sobre todo si urge la necesidad (Cfr.S.TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, II-II, q.10, a.9)

Así fue vivido por la Iglesia. Y los obispos, en el transcurso del tiempo, asumieron con normalidad, el munus regendi, que habían recibido los Apóstoles para gobernar la Iglesia. Dentro del cual, como algo muy preciado, estaba el de defender la verdadera fe. Con la excomunión se abandonaba al hereje en las manos de Dios. Al dejarlo ahí, el Señor estaba afirmando el principio de la libertad y de la confianza: es decir se confía en Dios que puede convertir al pecador, y en que el hereje, separado de la Comunidad Eclesial, pueda reconsiderar su posición, y volver, mediante el arrepentimiento, al seno de la Iglesia.

Es interesante releer el extenso trabajo de San Ireneo de Lyón, adversus haereses realizado alrededor del año 180, en donde da cuenta por extenso, del contenido del gnosticismo. En el Prólogo a la obra dice: "Y de la misma manera que nosotros, para responder a tu deseo ya antiguo de conocer sus enseñanzas, hemos puesto todo nuestro cuidado no sólo en manifestártelas, sino también en suministrarte el medio de probar su falsedad, así también pondrás tú todo tu cuidado en servir a los demás, según la gracia que te ha sido dada por el Señor, para que los hombres no se dejen arrastrar en adelante por la doctrina capciosa de estas gentes, que es como sigue"(Lib.I., prólogo).

La conclusión del libro I es la siguiente: "Desde ahora te está permitido, lo mismo a ti que a todos los que están contigo, ejercitarte en todo lo que hemos dicho anteriormente: en destruir las doctrinas perversas e informes de esas personas y en mostrar que sus opiniones no concuerdan con la verdad" (I, 31,4).

José Carlos Martín de la Hoz

IRENEO DE LYON, Adversus haereses, ed. apostolado mariano, Sevilla 1999


lunes, 1 de septiembre de 2008

Decadencia y Esperanza

José Carlos Martín de la Hoz

Con este sugerente título el Prof. Gómez Pérez desarrolla una cuestión de perenne actualidad: la decadencia que acaece a las personas y a las culturas. Un hecho ya constatado desde la Antigüedad.

El problema, desde la antigüedad está en la decadencia. Las culturas y las sociedades caen en decadencia. Pero, como ha recordado recientemente el Papa Benedicto XVI: "Donde hay campeones de la vida cristiana, santos, hay contagio. Donde hay santos, surgen nuevos santos". Decía hace unos años un viejo historiador que "España es como el rey Midas: todo lo que toca entra en decadencia". Y, para ilustrarlo, recordaba la serie de monedas de oro que los monarcas españoles enviaron a Roma para el embellecimiento de la Basílica de Santa María la Maggiore. Felipe II, envió monedas de oro macizo, Felipe III oro con menos ley y, finalmente, Felipe IV plomo con un barniz de oro.

Desde la Antigüedad los pensadores interpretaron el devenir de las civilizaciones y su historia, como tendente a la decadencia. Tertuliano y otros autores de los primeros siglos de nuestra era, recogieron ese concepto pesimista clásico y le dieron la forma de las etapas de la vida: nacimiento, desarrollo y muerte.

San Cipriano en el siglo IV, estimaba que esa decadencia de las culturas y civilizaciones era normal y que sucedería hasta el final de los tiempos. También, añadía, le sucederá a la Iglesia, en cuanto compuesta por hombres y, por tanto, estará necesitada de santos que la renueven constantemente.

Así pues el concepto cristiano de la historia muestra como la luz del Evangelio, por una parte sustenta la vida de los hombres estén en la fase que estén, y, por otra, que Dios provee también en cada etapa de la historia de un grupo de cristianos santos que devuelvan la esperanza y hagan surgir nuevas culturas. Benedicto XVI resalta en su libros sobre Jesús de Nazaret: "El bautismo de Jesús se entiende así como compendio de toda la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro: el ingreso en los pecados de los demás es el descenso al infierno, no sólo como espectador, como ocurre en Dante, sino co-padeciendo y con un sufrimiento transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas del abismo" (p.42).

La esperanza está en Dios y en la fuerza transformadora de la gracia de Dios que viene a través de la oración y de los sacramentos otorgados por Cristo a la Iglesia. En ellos el hombre y las culturas se rehacen con la perenne juventud del Amor de Dios. De paso, los hombres y las civilizaciones se sacuden el yugo de las pasiones y de los acostumbramientos. En esa tarea estamos involucrados los hombres y mujeres de cada generación. Eso sí, podemos estar en el bando de los mediocres o en el bando de los renovadores, todo depende del sentido y orientación que, con la gracia de Dios, demos a nuestras vidas.

José Carlos Martín de la Hoz

Benedicto XVI-Joseph RATZINGER, Jesús de Nazaret, ed. Esfera de los libros, Madrid 2007, 447 pp

Rafael GÓMEZ PÉREZ, Decadencia y esperanza, ed. Rialp, Madrid 2007, 184 pp.


martes, 26 de agosto de 2008

El Modernismo

José Carlos Martín de la Hoz

Han transcurrido 100 años de la Publicación de la Encíclica Pascendi con la que San Pio X atajó el modernismo. En el volumen colectivo editado por la Universidad de Navarra se recogen los datos fundamentales de aquél problema. Como recoge el Prof. Santiago Casas en la introducción: "la Encíclica Pascendi (1907) desautorizaba definitivamente una corriente de opinión dentro de la Iglesia que, desde 1890, se había abierto camino entre muchos intelectuales católicos, sobre todo en la exégesis bíblica y en la crítica histórica. La misma encíclica definió y dio cuerpo a una doctrina que, por lábil y etérea, parecía escaparse a las cosificaciones" (p.11).

Evidentemente, la aplicación fue beneficiosa pero dolorosa. Como señala un poco más adelante señala Casas: "La cuestión bíblica (deudora en particular de la crítica histórica) provocó un reguero de disposiciones oficiales que, en la práctica, dificultaron el desarrollo de la exégesis bíblica hasta, prácticamente, la Divino Aflante Spiritu (1943). Fue el efecto perverso, por así decir, de unas disposiciones de la Santa Sede, todas ellas muy bien intencionadas, y muy meditadas y prudentes" (p.13).

La cuestión nuclear la desarrolla acertadamente el Prof. Izquierdo: se trata de la filosofía de fondo de los modernistas: "En cuanto filósofo, el punto de partida es el agnosticismo: no es posible conocer la verdad porque la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Como consecuencia no es posible el conocimiento natural de Dios" (p.53). Y, respecto a la Escritura, el modernista, en palabras de Izquierdo: "En realidad, los libros sagrados son una colección de las experiencias religiosas más elevadas, y la inspiración divina no es sino la necesidad que el creyente siente de manifestar su propia fe" (p.55). Finalmente, recoge el Prof. Izquierdo la respuesta al problema de la historia que se planteó en el modernismo: "En el caso del conocimiento histórico, la tradición acompaña al método histórico-crítico, que es sensible, sobre todo, al reflejo positivo de los hechos de la historia, al cual permite llegar mucho más a fondo en el conocimiento de la realidad histórica de la que los hechos son solamente una manifestación" (p.75).

En la aportación del Prof. Bedouellet, se recoge un texto publicado por Loaysi, uno de los pensadores que provocaron la Pascendi, 30 años después: "Mis propuestas no eran compatibles con la concepción escolástica de los dogmas. Con la divinidad absoluta de Jesús. No eran sostenibles sino en una teoría relativista de la creencia religiosa y de la inmanencia de Dios en la humanidad" (p.164).

Finalmente, el Prof. Saranyana, en la conclusión de esta obra, señala lo siguiente: "El modernismo teológico no fue un intento de abrir vías de diálogo a la Iglesia con la edad moderna (es decir, con la vida política y con el progreso científico), sino, por el contrario, un intento de transformación de la Iglesia para que ésta se adecuase al mundo moderno" (p.304).

José Carlos Martín de la Hoz

Santiago CASAS (ed), El modernismo a la vuelta de un siglo, ed. Eunsa, Pamplona 2008, 316 pp.

sábado, 23 de agosto de 2008

El monacato

José Carlos Martín de la Hoz

El reciente y documentado trabajo de Antonio Linage sobre el monacato, pone de relieve la importancia y la trascendencia de esa benemérita institución que perdura con muchos frutos en nuestros días. En cuanto a los orígenes inmediatos del monaquismo, se han dado muchas interpretaciones. Para los historiadores de la espiritualidad, sus raíces están en la Sagrada Escritura, en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y, en último caso, en el impulso del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y mueve a los cristianos a la búsqueda de la santidad.

Por una parte, convendría resaltar el elemento dinamizador y de tensión espiritual que supusieron las persecuciones. Las huidas provocadas por esas persecuciones, hicieron a algunos descubrir en el desierto su camino para encontrar a Dios. Así interpretó San Jerónimo la vocación eremítica de San Pablo de Tebas, que se refugió en el desierto en tiempos de la persecución de Decio (hacia el 250). Además, el recuerdo de las persecuciones y la doctrina de los Padres sobre el martirio influyeron también en el deseo de ser mártires incruentos.

Por otra parte, al cesar las persecuciones, por la paz de Constantino (313), la Iglesia recibió miles de fieles en poco tiempo. Eso hizo que, en algunos lugares, se perdiera fuerza espiritual en la transmisión del mensaje y profundidad en la catequesis. Esta caída de tensión espiritual la resume Orígenes con toda claridad: "en aquél entonces había pocos creyentes, pero eran creyentes verdaderos, que seguían el camino estrecho que conduce a la vida. Ahora son muchos, pero como los elegidos son pocos, pocos son los dignos de elección y de la bienaventuranza". Por otra parte el siglo III fue un periodo de crímenes y de corrupción moral, con gran burocracia, tiranía -decadencia del Imperio- y, frente a ello, el recuerdo de la primitiva comunidad de Jerusalén de la que atraía su fe inquebrantable y su santidad de vida. Con el paso de los años empezó a hablarse de la necesidad de una vuelta a los orígenes, de la necesidad de una Iglesia santa. Esta sería otra de las raíces del auge del monaquismo.

Ante la abrumadora cifra de miles de cristianos que siguieron este camino, se han levantado voces acerca de la veracidad de esas vocaciones, y de si pudieron influir en ellas causas económicas, huída de responsabilidades y problemas. Es claro que el tiempo y el rigor de esa vida nueva, lejos de toda comodidad, pondría a prueba prontamente esas vocaciones y que sólo los que contaron con la gracia de Dios, y correspondieron a ella perseverarían.

Además, conviene resaltar que los primeros monjes no tenían sensación de ser especiales, ni mejores que los cristianos que se quedaban en el mundo. Por eso comenta el Profesor Pablo Maroto: "no había dos vocaciones diversas, dos caminos de santidad en sentido riguroso, una para los monjes y otra para los laicos, sino que la perfección es única: la del Evangelio. Los monjes son los que se han mantenido fieles al ideal evangélico y para ello habían tenido que rodearlo de estructuras. No obstante, un grave riesgo amenazaba la espiritualidad cristiana: considerar a los monjes -y sólo a ellos- constituidos en un estado de perfección".

José Carlos Martín de la Hoz

Linage Conde, Antonio (2007) La vida cotidiana de los monjes de la Edad Media, Madrid, Universidad Complutense,

miércoles, 20 de agosto de 2008

Eckhart y la divulgación de la santidad

José Carlos Martín de la Hoz

En el transcurso de los siglos se ha planteado el problema, de hasta donde se puede pedir santidad a los cristianos. Es decir si todos están o no llamados a la vida mística. La respuesta del Catecismo de la Iglesia Católica es clara y resuelve una cuestión ampliamente debatida: todos están llamados a la plenitud del amor y de la mística: "El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama ‘mística’, porque participa en el misterio de Cristo mediante los sacramentos –‘los santos misterios’- y, en él, en el misterio de la Santa Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con él, aunque gracias especiales o signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para así manifestar el don gratuito hecho a todos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2014).

Un capítulo de esa historia es la vida del Maestro Eckhart (1260-1328). En los años 1311-1312 el Concilio de Vienne comienza una investigación acerca de la vida espiritual de miles de hombres y mujeres, conocidos como beginas y begardos, que si votos ni reglas están buscando la santidad en el corazón de la Renania. Paralelamente otro movimiento, este sí herético, los hermanos del Libre Espíritu, es condenado y perseguido en 1322, por oponerse a los Sacramentos y a la mediación de la Iglesia para la santificación.

Para Eckhart y sus discípulos Cristo y la Iglesia son el único camino para alcanzar la santidad. Como dice Alain de Libera: "Eckhart y sus discípulos sólo repiten la tesis tomista según la que, por encima del modo común por el que Dios existe en todo por esencia, su potencia y su presencia, existe un modo especial, propio de la criatura razonable, en virtud del cual ‘Dios no sólo existe en ella como lo conocido en lo conociente y el amado en el amante, sisino que ‘habita en ella como en su templo’"(p.23).

Eckhart predicó al pueblo sencillo y lo lanzó a la búsqueda de la vida de unión con Dios sin rechazar ninguna de las prácticas espirituales comunes, vida sacramental, etc. Predicaba abiertamente la radicalidad de la humildad y del desprendimiento interior. El fruto de la nada, es la santidad.

En un momento difícil, donde por parte de la Jerarquía eclesiástica se pedía moderación en la predicación al pueblo para no exponer doctrinas sutiles y prácticas más adecuadas para personas ya formadas intelectualmente, se puede entender el proceso y absolución de Eckhart que sometió sus escritos a la Iglesia. Pero también que esa intensidad mística del Maestro pasara a sus discípulos y quedara sintetizado en el Kempis, manual durante siglos para la vida espiritual de los cristianos.



José Carlos Martín de la Hoz



Libera, Alain de (1999) Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, Barcelona La Aventura interior

jueves, 14 de agosto de 2008

La Reforma de la Iglesia

José Carlos Martín de la Hoz

Los grandes reformadores de la Iglesia Católica han sido los santos. Ellos han tenido la virtualidad, en cada etapa de la historia, de ser instrumentos de Dios para avivar el tesoro de la fe y difundirlo en el mundo.

Pasados los años, el Profesor Rodríguez en su último trabajo, realiza un lúcido análisis de la Encíclica Eclesiam Suam de Pablo VI. Así señala: "La reforma de la Iglesia. He aquí un viejo tema de reflexión cristiana, tan antiguo como la Iglesia misma. Podría decirse que es algo constitutivo de la vida eclesial. Y es que la tensión connatural de la Iglesia es radicalmente su propia reforma, es decir el esfuerzo constante y siempre inacabado para que sus formas históricas correspondan a la forma divina. ‘Este es –dice Pablo VI-el gran problema moral que domina la vida entera de la Iglesia’ (Eclesiam Suam, n.14). Es pues, perfectamente católico, el axioma Eclesia semper reformanda"(p.26). La Iglesia y los cristianos siempre estamos en tiempos reconversión y de mejora.

Poco después, el Profesor Rodríguez, subraya una cuestión de gran actualidad, la unión entre Tradición, Escritura y Magisterio de la Iglesia, para citar unas palabras de Pablo VI, llenas de una verdad consoladora: "Esta convicción y la certeza formidable de poseer en el gran patrimonio de verdades y costumbres que caracterizan a la Iglesia Católica, tal cual hoy es, la herencia intacta y viva en la tradición originaria apostólica" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.17).

Finalmente, vuelve al tema de la perenne novedad del Evangelio, recogiendo palabras de Pablo VI, que después de cuarenta años, siguen siendo claras: "La Iglesia volverá a hallar sus renaciente juventud, no tanto cambiando sus leyes exteriores cuanto poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a Cristo…, aquí está el secreto de su renovación, aquí su metanoia, aquí su ejercicio de perfección" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.20).

El eje central de este trabajo de Pedro Rodríguez es la Iglesia, y dentro de ella la muchedumbre de cristianos de toda clase y condición. En ese sentido, recuerda que el bautismo incorpora al cristiano a la Iglesia de un modo pleno y entitativo. Es un cambio radical y profundo. Afecta al ser. Por eso la llamada a la santidad, a la plenitud del amor, no tiene límites y es una tarea siempre nueva. Es independiente de las circunstancias concretas de cada persona. De ahí que señale: "El misterio cristiano es, en efecto, una cuestión ontológica antes que ascética y psicológica" (p.117).

Y, poco después, añadirá: "El ejercicio del sacerdocio común consiste primariamente en la santificación cotidiana de la vida real y concreta" (p.127). Una santidad que implica dialogar con el mundo, en eso consiste la misión apostólica: "Urgencia apostólica, fruto de la vida de fe, que lleva a escuchar a los demás, a tratar de comprenderles y a comunicarles con toda lealtad y convicción el tesoro del cristianismo. Este es el verdadero diálogo" (p.33).

Para leer más:

Rodríguez, Pedro (2007) La Iglesia: misterio y misión. Diez lecciones sobre la Eclesiología del Concilio Vaticano II, Madrid, Cristiandad

Benedicto XVI (2007) La Iglesia, rostro de Cristo, Madrid, Cristiandad


martes, 12 de agosto de 2008

Caro Baroja y el anticlericalismo

José Carlos Martín de la Hoz

Julio Caro Baroja (1914-1995), eminente historiador y etnógrafo, fue publicando en los años ochenta breves artículos y colaboraciones en proyectos de investigación relacionados con la historia del anticlericalismo español. Ahora, reunidos en un solo volumen es más fácil volver sobre ellos y extraer las enseñanzas que contienen.

Evidentemente las páginas más brillantes de este trabajo se concentran en los capítulos dedicados al siglo XIX. Es, en esa época, cuando eclosiona un anticlericalismo dañino, rabioso, lleno de odios y malquerencias, que derivará en la irreligión y en la destrucción del patrimonio artístico y religioso, incendios, asesinatos y violencias, que fueron apareciendo en ese siglo y estallaron, finalmente, en el siglo XX durante la República y la Guerra Civil española.
Volviendo atrás, a los orígenes, conviene reseñar, por lúcidas, estas palabras de Caro Baroja: "Los cargos clásicos del pueblo contra el clero se refieren a la falta de relación entre su conducta y la que se debía tener"(p.57). Este es el significado profundo del solemne acto de purificación de la memoria llevado a cabo por Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000 en la Basílica de san Pedro, dentro de los actos del jubileo del final del milenio, que él mismo evoca en su Carta Apostólica Nuevo Millenio Ineunte: "¿Cómo olvidar la conmovedora Liturgia del 12 de marzo de 2000, en la cual yo mismo, en la Basílica de san Pedro, fijando la mirada en Cristo Crucificado, me he hecho portavoz de la Iglesia pidiendo perdón por el pecado de tantos hijos suyos? Esta purificación de la memoria ha reforzado nuestros pasos en el camino hacia el futuro, haciéndonos a la vez más humildes y atentos en nuestra adhesión al Evangelio" (n.6).

Caro Baroja, señala también, un poco más adelante, con acierto, lo siguiente: "Los frailes mientras ha durado una concepción del mundo teológica, eran los representantes, malos en muchas ocasiones, pero los representantes al fin, de la Santa Madre Iglesia. Y la clásica dualidad entre su conducta no perfecta y la perfección absoluta de lo que representaban, explica el que los pecados particulares no afectan al conjunto"(p.77). Esta es la cuestión: la Iglesia es santa, por su origen, por su Fundador, por su doctrina y por sus frutos, pero los cristianos no lo son, mientras viven. En ese sentido la fe del pueblo cristiano ha sido grande a lo largo de la historia, para superar las miserias del clero y llegar a la raíz del mensaje de la Revelación obrada por Jesucristo y entregada a la Iglesia, generación a generación, hasta el día de hoy.

Pero, muchas veces, se ha confundido al clero con la Iglesia, y esto ha producido escándalo y defecciones, como también admiración y conversiones. Por eso el reto perenne para los cristianos es la santidad de vida. Un reto y una responsabilidad, que requieren constantes conversiones y rectificaciones, para que la conducta se adecue al Evangelio que hemos recibido.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Caro Baroja, Julio (2008) Historia del anticlericalismo español, Madrid, Caro Raggio
Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte, Roma 6-I-2001.

domingo, 10 de agosto de 2008

Interdisciplinariedad

José Carlos Martín de la Hoz


El interesante trabajo colectivo sobre el pecado en la Edad Media, publicado por ediciones Sílex, pone de manifiesto la necesidad de los estudios interdisciplinares y, más en concreto, la necesidad de trabajar al unísono los historiadores de la Iglesia y los historiadores civiles.

Llama la atención que tratándose de un tema de historia de la Iglesia, no haya participado ningún historiador de la Iglesia. En ese sentido la mejor aportación del volumen corre a cargo del Prof. Emilio Mitre, buen conocedor de la historia de la Iglesia por sus trabajos sobre la herejía medieval, etc.,

A lo largo del trabajo se hecha en falta mayor rigor científico para abordar los temas teológicos y hay burdas simplificaciones de la historia de la teología. Afirmaciones peregrinas que dan rubor leer, por ejemplo: "Es preciso indicar, en primer lugar que el pecado contra natura es una invención de la Edad Media en la fase central de su historia"(114). La autora no ha leído ni el Antiguo Testamento, ni las Cartas de San Pablo. También resulta llamativa la siguiente afirmación: "La confesión se asienta en el siglo XII" (190). Y, finalmente, otra: "En el ámbito cristiano el Infierno tiene sus bases en tres textos del Nuevo Testamento que narran el descenso de Cristo a los Infiernos, visiones que se vulgarizaron gracias al Evangelio apócrifo de Nicodemo" (p.380). Como si no existiera la literatura cristiana de los primeros siglos, el Pastor de Hermas o las cartas de San Ignacio de Antioquia o el resto del Antiguo y el Nuevo Testamento.

En muy pocos trabajos se alude a Las Fuentes de los catecismos, de los confesonarios, de los tratados de sacramentos, así como a las catequesis de los Padres de la Iglesia. Si se habla de un tema teológico lo mínimo es aplicar el rigor científico. No bastan unas citas de Santo Tomás o de conocidos autores franceses

Lo más penoso en la historia son las premisas previas, los prejuicios. La prof. Cristina Segura lo muestra con sencillez: "Mi hipótesis de partida es que, por el contrario, en la Iglesia cristiana medieval había actos de las mujeres que eran considerados como pecados; mientras que los mismos actos cometidos por los hombres no tenían esta misma calificación" (209). Y seguidamente añade con asombrosa falsedad, hablando de los hombres: "quienes acudían a la mancebía no eran pecadores" (222). Basta con leer toda la literatura patrística, por no decir la Sagrada Escritura, para comprobar que siempre fue pecado, para hombres y mujeres, la fornicación fuera del matrimonio. El colmo es cuando habla de la excomunión por adulterio (223). Finalmente, una cosa es no tener fe y otra juzgar con coordenadas modernas. Baste un ejemplo: "Si la noción de pecado permite este análisis trasversal, especialmente en la Edad Media, pues es en esta fase histórica cuando arraiga la idea de pecado y se suma a los mecanismos punitivos de control y de disciplina" (113).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Carrasco Manchado Ana Isabel (coord), (2008) Pecar en la Edad Media, Madrid Silex,
Sánchez Herrero, José (2006) Historia de la Iglesia. II: Edad Media, Madrid, BAC, colección Spientia fidei. Serie de Manuales de Teología.

martes, 5 de agosto de 2008

Tradición y Escritura

Por: José Carlos Martín de la Hoz

El Tesoro de la Revelación entregado por Dios a la Iglesia Católica es vivo y operativo, no ha sido entregado al hombre como una piedra. El sentido literal de la Escritura es importante, pero leído en la Iglesia en la Tradición de los Santos Padres. Más importante es el sentido espiritual; es como una semilla que produce un árbol y ese árbol frutos, y esos frutos nuevas semillas. Cada generación, recibe así la Verdad viva y la trasmite a la siguiente generación.

De hecho, la historia de la espiritualidad muestra que, por su íntima unión con Dios, los santos han visto profundidades que están más allá de la palabra.

Pronto, en la historia de la Iglesia se dio el encuentro con la filosofía. La Filosofía griega se acercó a la fe y entró en diálogo con la Revelación, para ser fecundada por ella. Para penetrar en el Misterio, pues si no hay misterio no hay religión; Dios es trascendente y maravillosamente rico. Ese episodio no es esporádico, es habitual en cada etapa de la historia y en cualquier filosofía. Repasemos el pensamiento de Blondel en el siglo XIX, en su diálogo con el Racionalismo.

Así decía Blondel: "Para afrontar correctamente la cuestión de la presencia de lo sobrenatural y su conocimiento por la historia, es preciso acudir a la noción de desarrollo (…). La primera expresión de una verdad divina, por cercana que esté a los hechos, es plena, pero menos clara que los desarrollos ulteriores" (p.28).

En la concepción cristiana de los orígenes de la Iglesia, se da una perfecta armonía entre Escritura, Tradición e Iglesia. Así lo expresaba Blondel: "Un proceso progresivo y sintético que concentra todos los haces de luz proyectados por la conciencia cristiana en el curso de las edades. Si, ésta es una hoguera que crece sin cesar y que imita, por su calor y su brillo indefinidos, la infinita riqueza de Dios, revelado y siempre oculto, oculto y siempre revelado. Éste es el sentido profundo por el que el Evangelio no es nada sin la Iglesia; la enseñanza de las Escrituras nada sin la vida de la cristiandad; la exégesis nada sin la tradición"(p.36).

En el mismo sentido se expresa también el Prof. Illanes: "Toda filosofía y toda Teología de la historia desembocan, directa y connaturalmente, en una espiritualidad o en una mística de la acción"( p.13).

Finalmente, conviene recordar que el paso del tiempo de oración es clarificador, profundizador, para Blondel: "Este poder conservador (de la Tradición) es al mismo tiempo conquistador, que descubre y formula verdades de las que vivió el pasado, sin haberlas podido enunciar o definir explícitamente, y que enriquece el patrimonio intelectual y hace fructificar el depósito total"(p.56).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Maurice BLONDEL, Historia y Dogma, ed. Cristiandad, Madrid 2004
José Luis ILLANES, Historia y sentido. Estudios de Teología de la historia, ed. Rialp, Madrid 1997

martes, 29 de julio de 2008

El Islam y su futuro

José Carlos Martín de la Hoz

La lectura del trabajo de Mustapha Chérif, profesor de la Universidad de Argel, sobre la tolerancia en el Islam, plantea con toda su crudeza y perplejidad la enorme distancia que separa la civilización occidental y el mundo islámico.
Desde las primeras páginas, subraya la necesidad de la diversidad: "El porvenir de los pueblos de la orilla sur, en especial, y, en general, el de todos los pueblos, depende de la validez del sentido que otorguen a la relación con el otro diferente" (p.28). Enseguida, irá mostrando lo difícil que resulta ese planteamiento en un mundo global, en el que se tiende a ver todos los países musulmanes como algo uniforme, pues desde el Islam, se contempla el mundo occidental como algo uniforme. Por tanto, se parte de la ignorancia mutua.
Evidentemente, no todos los musulmanes son fundamentalistas, ni terroristas: "El problema es que el mundo musulmán no ha sabido responder, de una manera lo suficientemente reflexiva y global, a estas nuevas monstruosidades, a esos movimientos de la muerte y del cierre que actúan en nuestro nombre. Las respuestas han sido tardías, débiles e inapropiadas" (pp. 83-84).
Además, el profesor Chérif reconoce la falta de imagen de ese mundo para el occidente: "La escandalosa debilidad de las prácticas democráticas en la mayor parte de los regímenes, la violencia ciega, la confusión entre religión y política, la ausencia de proyecto de una sociedad coherente, en suma, la práctica del cierre, desfiguran hoy el mundo musulmán y arruinan nuestra imagen" (p.87).
Así pues, la necesidad del desarrollo está presente en esos países, muchos de los cuales están incluidos en el tercer mundo, pero tienen el miedo de perder su fe, que es la esencia total de su cultura: "Con la condición de no caer en la tentación del exceso inverso, que es el de diluirse en el otro y renunciar a mantener el desafío de la autenticidad, la vía permanece abierta para la síntesis entre autenticidad y progreso" (p. 89).
El miedo a la globalización y por tanto a la mundialización del materialismo consumista es un reto: "El ciclo de la historia de las civilizaciones que obedecía a la lógica: nacimiento, esplendor, decadencia, parece haber sido desplazado por la mundialización, que aparece como irreversible, lo que resulta ser otro carácter inquietante del fenómeno" (p.122).
Todas las páginas de este trabajo están transidas de estos pensamientos que hemos recogido ya. Parece que la duda y la perplejidad continúa después de su lectura. Mientras, de hecho, la distancia norte-sur se va agrandando. Así termina el prof. Chérif: "A pesar del fondo común y de las trayectorias indisociables, un abismo más profundo que las fronteras parece que separa a nuestros dos mundos, a las dos orillas del Mediterráneo. Hay una diferencia en el nivel de las mentalidades y de la comprensión de los desafíos que a todos se nos plantean" (p.181).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Chérif, Mustapha (2008) Tolerancia e intolerancia en el Islam, Barcelona, Bellaterra
Gómez Pérez, Rafael (2007) Convivir con el Islam, Pamplona, Eiunsa
Galera, José Antonio (2006) Diálogo con el Islam, Madrid, Palabra

jueves, 24 de julio de 2008

Benedicto XVI en Sydney

José Carlos Martín de la Hoz


Acaba de terminar la Jornada Mundial de la juventud en Sydney y es hora de empezar a meditar sobre la siembra efectuada por el Romano Pontífice. Hace unos días comentaba asombrado un periodista que aquella inmensa multitud de jóvenes bullangueros de tantos países del mundo, de repente, se quedaran callados escuchando al Santo Padre hablarles del Espíritu Santo.

Lo asombroso es referirse al Espíritu Santo como un tema complicado o complejo. En realidad, los cristianos, desde la más tierna infancia escuchamos y estamos vivificados por el Espíritu Santo que inhabita en nuestra alma desde el bautismo y que es quien nos enseña a amar.

Cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer, buscó en el Nuevo Testamento una biografía sintética de Jesús anotó esta frase: "pertransit benefaciendo". Pasó por el mundo haciendo el bien. El modelo es Jesucristo y el modelador es el Espíritu Santo. Por tanto, también los cristianos, inspirados por el Divino Paráclito, hemos de imitar a Jesús en ese atravesar el mundo haciendo el bien. Con el Espíritu Santo actuando en nuestras almas, atravesaremos las dificultades ordinarias y extraordinarias de la vida amando.

En Geología se estudia un fenómeno muy interesante: la "socavacion magmática": cuando el magma sube desde el manto superior y penetra en la corteza, lo puede hacer subiendo por una grieta (por la diferencia de presión y con la ayuda de los gases que contiene) o puede empapar de modo ascendente y transformar los estratos metamorfizándolos. Veamos un ejemplo: para el primer caso sería, un volcán y para el segundo la formación de las pizarras. También se puede visualizar la socavación con un experimento casero: se toma una cuchara con café y se deposita un terrón de azúcar. Enseguida, por la porosidad asciende el café y todo el terrón en unos segundos se pone de color negro: es decir, respetando la estructura, el café ha empapado el terrón de azúcar.

Trascender, por tanto, es atravesar. Así se podía traducir la biografía de Jesús que señalamos antes: "Atravesó el mundo haciendo el bien". El alma atravesada por el amor, empapada de amor a Dios y a los demás, puede transformar el mundo.

Es completamente lógico que Benedicto XVI invite a los jóvenes cristianos a dejar que el Espíritu Santo guíe sus pasos y construya el proyecto de vida que Dios quiere para cada uno. Todo menos la mediocridad del egoísmo, de la vida acomodada que se deja atravesar por las pasiones. No, el dominio del propio yo, la apertura a Dios y a los demás, hará que atravesando el mundo de amor lo transformemos en humano y divino.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sidney

Benedicto XVI en Sydney

Por: José Carlos Martín de la Hoz

Acaba de terminar la Jornada Mundial de la juventud en Sydney y es hora de empezar a meditar sobre la siembra efectuada por el Romano Pontífice. Hace unos días comentaba asombrado un periodista que aquella inmensa multitud de jóvenes bullangueros de tantos países del mundo, de repente, se quedaran callados escuchando al Santo Padre hablarles del Espíritu Santo.

Lo asombroso es referirse al Espíritu Santo como un tema complicado o complejo. En realidad, los cristianos, desde la más tierna infancia escuchamos y estamos vivificados por el Espíritu Santo que inhabita en nuestra alma desde el bautismo y que es quien nos enseña a amar.

Cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer, buscó en el Nuevo Testamento una biografía sintética de Jesús anotó esta frase: "pertransit benefaciendo". Pasó por el mundo haciendo el bien. El modelo es Jesucristo y el modelador es el Espíritu Santo. Por tanto, también los cristianos, inspirados por el Divino Paráclito, hemos de imitar a Jesús en ese atravesar el mundo haciendo el bien. Con el Espíritu Santo actuando en nuestras almas, atravesaremos las dificultades ordinarias y extraordinarias de la vida amando.

En Geología se estudia un fenómeno muy interesante: la "socavacion magmática": cuando el magma sube desde el manto superior y penetra en la corteza, lo puede hacer subiendo por una grieta (por la diferencia de presión y con la ayuda de los gases que contiene) o puede empapar de modo ascendente y transformar los estratos metamorfizándolos. Veamos un ejemplo: para el primer caso sería, un volcán y para el segundo la formación de las pizarras. También se puede visualizar la socavación con un experimento casero: se toma una cuchara con café y se deposita un terrón de azúcar. Enseguida, por la porosidad asciende el café y todo el terrón en unos segundos se pone de color negro: es decir, respetando la estructura, el café ha empapado el terrón de azúcar.

Trascender, por tanto, es atravesar. Así se podía traducir la biografía de Jesús que señalamos antes: "Atravesó el mundo haciendo el bien". El alma atravesada por el amor, empapada de amor a Dios y a los demás, puede transformar el mundo.

Es completamente lógico que Benedicto XVI invite a los jóvenes cristianos a dejar que el Espíritu Santo guíe sus pasos y construya el proyecto de vida que Dios quiere para cada uno. Todo menos la mediocridad del egoísmo, de la vida acomodada que se deja atravesar por las pasiones. No, el dominio del propio yo, la apertura a Dios y a los demás, hará que atravesando el mundo de amor lo transformemos en humano y divino.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sidney

domingo, 20 de julio de 2008

La historia documentada

José Carlos Martín de la Hoz


El Académico Luis Suárez acaba de publicar, el último volumen de su historia documentada del franquismo. Se trata de un grueso volumen de 889 páginas, en las que aborda los años finales de la vida de Franco (1966-1975). Por tanto, una de las etapas más interesantes de la historia reciente de España. Como es sabido el catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid es conocido por el uso de documentación exhaustiva a la hora de redactar sus trabajos.

En esta ocasión, cuenta con los fondos documentales del propio Francisco Franco, lo que le da solidez al trabajo, pero le hace deudor de una sola perspectiva. Efectivamente, los hechos narrados: relaciones Iglesia-Estado, la situación de la Iglesia en España después del Concilio Vaticano II, el fenómeno de la contestación, etc., son observados y expuestos a través de informes de los Ministros, Embajadores, de la Dirección General de Seguridad. Por tanto, sólo fundamentan o explican las reacciones del Jefe del Estado. De hecho en la tercera parte del trabajo, desde 1969, el Prof. Suárez hablando de la quebrada salud de Franco afirma: “A partir de ese momento la documentación conservada en su poder disminuye en forma considerable, seguramente porque el abanico de asuntos a los que prestaba atención directa se había reducido” (p.483).

A esa documentación directa se suman las memorias de Laureano López Rodó y de algunos otros protagonistas, así como documentación de hemerotecas de prensa nacional y extranjera.

Respecto a las cuestiones relativas a la revisión del Concordato, la Asamblea Conjunta, etc., el autor utiliza las “Confesiones” (ediciones PPC, Madrid 1996) del Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, debidamente matizadas, especialmente en las referencias al Opus Dei, que, como es sabido, esas supuestas memorias, nunca revisadas por Tarancón, muestran que el Cardenal parece no haber entendido la actuación libre y responsable de los miembros del Opus Dei en su vida política y, por tanto, vería al Opus Dei como un grupo de presión política. El Prof. Suárez explica repetidamente la libertad de los fieles del Opus Dei y expresa claramente que no actuaban como grupo.

Respecto a la situación de la Iglesia en España y, en general del fenómeno de contestación, podría haber utilizado el libro de entrevistas del periodista Messori al entonces Cardenal Ratzinger, Informe sobre la fe, ediciones BAC, Madrid 1985. Lo que hubiera dado una información más profunda al lector, pues la división entre progresistas y retrógrados, repetidamente utilizada, es dibujada de un modo demasiado rápido, siendo un fenómeno muy complejo, con hondas raíces teológicas.

Por tanto, el eje central de este trabajo son las nuevas relaciones Iglesia-Estado derivadas del Concilio Vaticano II y la incapacidad de Franco de variar sus posiciones y entender lo que estaba sucediendo.

Evidentemente se puede estar de acuerdo o no con sus interpretaciones, pero en cualquier caso ahí está la masa documental manejada, que ya, debidamente ordenada, pasa a ser patrimonio común de los investigadores.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Suárez, Luis (2007) Los caminos de la instauración, Madrid, Actas

martes, 8 de julio de 2008

Ignorancia

José Carlos Martín de la Hoz Tertuliano en su tratado El apologético redactado en el 197 se dirigió a los magistrados y gobernadores romanos de provincias para reclamar la libertad de culto para los cristianos severamente perseguidos, mediante argumentos que, con el paso de los siglos siguen teniendo frescura y actualidad. Veamos algunos textos. Comienza quejándose amargamente de loa agravios que sufrían los cristianos de su época: “He aquí el primer agravio que ante vosotros formulamos: la injusticia del odio contra el nombre cristiano. El título que parece excusar tamaña iniquidad es precisamente el que la agrava y la prueba, a saber, la ignorancia” (cap.I). Seguidamente, recoge el argumento: “Se vocifera que la sociedad está sitiada por cristianos en el campo, en los poblados fortificados, en las islas; duélense como de una pérdida de que personas de todo sexo, edad, condición y dignidad pasen al nombre cristiano. Mas con todo, no levantan el ánimo a pensar que hay por dentro algún bien latente, no pueden sospechar en algo más recto, no quieren cerciorarse desde más cerca. ¡Sólo aquí se muestra perezosa la humana curiosidad! Aman el ignorar, así como otros se alegran de conocer” (cap.I). ~ Recoge las acusaciones habituales que circulaban entre el vulgo: de estupro, infanticidio, incesto y demás patrañas, para llegar a la acusación central: “No honráis a los dioses, nos decís, y no ofrecéis sacrificios por los emperadores”. A lo que responde con firmeza: “Síguese únicamente que nosotros no sacrificamos por otros, por la misma razón que nos impide sacrificar por nosotros mismos, y que no adoramos a los dioses ni una sola vez. Por eso se nos persigue como a culpables de sacrilegio y de lesa majestad. He ahí el punto capital de nuestra causa, o más bien, esa es toda nuestra causa (…). Dejamos de honrar a vuestros dioses desde el momento que reconocemos no ser tales” (cap. X). Seguidamente se detiene en la contemplación de Dios, de su bondad, belleza, verdad, grandeza para terminar: “Eso es lo que permite comprender a Dios: la imposibilidad de comprenderle. Por donde la potencia de su magnitud le revela y le oculta a la vez a los hombres. Y en esto se resume toda su culpa: en no querer reconocer a Aquél a quien no pueden ignorar”. A continuación, expresa la potencia del hombre para amar a Dios y lo muestra en las vidas de los cristianos para concluir: “¡Oh testimonio del alma naturalmente cristiana!”( cap. XVII). Finalmente, dirige sus ojos al tesoro de la Revelación de Dios en Cristo, contenido en la Escritura y en la Tradición entregada a la Iglesia: “Mas para que lleguemos a un conocimiento más pleno y profundo de sus mandamientos y voluntades nos ha dado además el documento de sus Libros santos, en los que puede el hombre buscar a Dios y, después de haberle buscado, hallarle; y, tras de hallado, creer en El; y, habiendo ya creído, servirle. Para ello envió al mundo desde un principio varones dignos, por su justicia y su inocencia, de conocer a Dios y de darle a conocer; varones inundados por el divino Espíritu para anunciar que no existe sino un solo Dios, el que todo lo creó, el que formó al hombre del barro” (cap.XVIII). José Carlos Martín de la Hoz Para leer más: Vian, Giovanni Maria (2006) La Biblioteca de Dios. Historia de los textos cristianos, Madrid, Cristiandad

domingo, 6 de julio de 2008

De viris illustribus

José Carlos Martín de la Hoz Al estilo de las viejas recopilaciones de la antigüedad clásica, San Jerónimo compuso a finales del siglo IV una obra de gran trascendencia: el tratado de De viris ilustribus. Un compendio, sencillo y completo de los grandes escritores del cristianismo hasta el momento de redacción del tratado. Como señala él mismo en la introducción el escrito lo elabora en Belén, donde estaba retirado trabajando. La primera observación es el famoso dicho: ni son todos los que están, ni están todos los que son. Resulta divertido ver a Séneca entre los nombres de cristianos ilustres, y se echa en falta a otros, aunque pocos. San Jerónimo se reconoce deudor de la Historia Eclesiástica escrita unos años antes por Eusebio de Cesarea, pero señala que ha leído las obras de los autores que va a citar. Muchos de esos libros los encontró y pudo tomar sus notas en la biblioteca de Cesarea, la famosa Bibliotheca divina (cfr. cap.75), que conservaba ejemplares muy antiguos del Nuevo y del Antiguo Testamento, así como las obras de los primeros escritores cristianos. Indudablemente el peso de las acusaciones de Celso, Porfirio y Juliano el Apóstata, están presentes en su trabajo, pues para esos tres polemistas "la Iglesia nunca había contado en sus filas con filósofos, oradores y doctores". Por eso el objetivo de su obra será señalar: "cuántos y qué calidad de hombres ilustres han fundado la Iglesia, la han levantado y la han embellecido; y que en adelante dejen de argumentar contra nuestra fe con una simplicidad propia de rústicos, y reconozcan más bien su completa ignorancia" (Introducción). Al repasar los autores señalados y las fuentes aportadas, es llamativo ese cruzarse de lo temporal y lo eterno. Es importante la historia documentada, donde se debe avanzar cautelosamente, pero siempre es clave. Como recuerda José Miguel García: "La Investigación histórica no puede concluir nada sobre la divinidad de Jesús, pero sí puede estudiar las huellas que este acontecimiento excepcional ha dejado en la historia y valorar cual es la explicación más adecuada de este hecho histórico al que llamamos cristianismo" (p.24). Ver el eco de la Sagrada Escritura en las personas. Como recuerda Benedicto XVI: "Hoy en día se somete la Biblia a la norma de la denominada visión moderna del mundo, cuyo dogma fundamental es que Dios no puede actuar en la historia y que, por tanto, todo lo que hace referencia a Dios debe estar circunscrito al ámbito de lo subjetivo" (p.60). Es interesante ver la honradez de san Jerónimo para señalar lo que ha leído y lo que no. Su hondura y profundidad para estudiar y leer le permitió hacer la traducción de la Vulgata teniendo delante textos muy fiables. Ahí están los 135 autores citados, con sus referencias biográficas, las obras que escribieron y su importancia. El último de los autores es el propio San Jerónimo, lo que no deja de tener su gracia. José Carlos Martín de la Hoz Para leer más: García Pérez, José Miguel (2007) Los orígenes históricos del cristianismo, Madrid, Encuentro Benedicto XVI (2007) Jesús de Nazaret, Madrid, Esfera de los libros

jueves, 3 de julio de 2008

La actualidad de Ramón Llull

José Carlos Martín de la Hoz Teodoro Martín acaba de publicar en la Biblioteca de Autores Cristianos, en la colección clásicos de espiritualidad, una selección de textos de Llull. Un gran acierto, pues el mallorquín Raimundo Llull (1232-1316), siglos después de su muerte, sigue atrayendo por su claridad y su profunda coherencia. Raimundo se convirtió a los 30 años después de llevar una vida alocada buscando la felicidad donde no podía hallarla. Cristo crucificado le salió al encuentro en cuatro tardes consecutivas, que transformaron su entera existencia. Desde entonces hasta su muerte, no cesó de entregarse a vivir la intimidad con Jesús y a predicarla por todas partes. Los límites del espacio y del tiempo, la barrera de los idiomas o de las costumbres, no fueron obstáculos para el alma apostólica de Llull. El políglota mallorquín fue un estudioso de las lenguas orientales, sobre todo del latín, árabe y hebreo. Fue el impulsor del nacimiento de las cátedras de lenguas en las Facultades de Teología del mundo, no sólo para conocer mejor y acercarse a la Sagrada Escritura, sino también para dialogar con judíos y musulmanes. El mismo recorrió Europa, el norte de África, Siria y Tierra Santa. Entre las muchas piezas de gran interés incluidas en esta selección, está el libro del “Amigo y del Amado”(pp.73-125). Una de las obras clásica lulianas, repetidamente editada en muchas lenguas. Un texto clásico para la meditación acerca del amor de Dios. Se trata de un fruto de su vida espiritual y de su conocimiento de la mística cristiana, pero también, es un eco del Cantar de los Cantares del Antiguo Testamento. Los textos recogidos en este volumen tienen un hilo conductor: impulsar la vida cristiana, primero en el clero y luego en la totalidad del Pueblo de Dios con una fuerte llamada a la conversión a la oración, a la coherencia de fe y vida de fe. Los textos seleccionados del libro de Blanquerna (pp.5-70), son ingenuos y muy expresivos de una época, pero siguen siendo actuales. La parte final de esta selección la componen el Arte de la Contemplación, (pp.125-181). Unas bellísimas páginas que constituyen una llama a la contemplación de Dios; de su Belleza, Verdad y Bondad. Es llamativo el alto grado de mística que contienen, a la vez están expresadas con un fondo racional, aunque no exento de profundos sentimientos. Donde la poesía Luliana alcanza su cenit es en la última joya contenida en este trabajo. Se trata de la edición del pequeño tratado “Llanto de la Virgen” (pp.255-266). Un libro muy difícil de encontrar en castellano. El contenido refiere una extensa y bellísima creación acerca de la vida de la Virgen María acompañando a la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo. José Carlos Martín de la Hoz Para leer más: Lulio, Raimundo (2007) Aventura y defensa de la fe. Textos selectos, Madrid, BAC