miércoles, 20 de agosto de 2008

Eckhart y la divulgación de la santidad

José Carlos Martín de la Hoz

En el transcurso de los siglos se ha planteado el problema, de hasta donde se puede pedir santidad a los cristianos. Es decir si todos están o no llamados a la vida mística. La respuesta del Catecismo de la Iglesia Católica es clara y resuelve una cuestión ampliamente debatida: todos están llamados a la plenitud del amor y de la mística: "El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama ‘mística’, porque participa en el misterio de Cristo mediante los sacramentos –‘los santos misterios’- y, en él, en el misterio de la Santa Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con él, aunque gracias especiales o signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para así manifestar el don gratuito hecho a todos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2014).

Un capítulo de esa historia es la vida del Maestro Eckhart (1260-1328). En los años 1311-1312 el Concilio de Vienne comienza una investigación acerca de la vida espiritual de miles de hombres y mujeres, conocidos como beginas y begardos, que si votos ni reglas están buscando la santidad en el corazón de la Renania. Paralelamente otro movimiento, este sí herético, los hermanos del Libre Espíritu, es condenado y perseguido en 1322, por oponerse a los Sacramentos y a la mediación de la Iglesia para la santificación.

Para Eckhart y sus discípulos Cristo y la Iglesia son el único camino para alcanzar la santidad. Como dice Alain de Libera: "Eckhart y sus discípulos sólo repiten la tesis tomista según la que, por encima del modo común por el que Dios existe en todo por esencia, su potencia y su presencia, existe un modo especial, propio de la criatura razonable, en virtud del cual ‘Dios no sólo existe en ella como lo conocido en lo conociente y el amado en el amante, sisino que ‘habita en ella como en su templo’"(p.23).

Eckhart predicó al pueblo sencillo y lo lanzó a la búsqueda de la vida de unión con Dios sin rechazar ninguna de las prácticas espirituales comunes, vida sacramental, etc. Predicaba abiertamente la radicalidad de la humildad y del desprendimiento interior. El fruto de la nada, es la santidad.

En un momento difícil, donde por parte de la Jerarquía eclesiástica se pedía moderación en la predicación al pueblo para no exponer doctrinas sutiles y prácticas más adecuadas para personas ya formadas intelectualmente, se puede entender el proceso y absolución de Eckhart que sometió sus escritos a la Iglesia. Pero también que esa intensidad mística del Maestro pasara a sus discípulos y quedara sintetizado en el Kempis, manual durante siglos para la vida espiritual de los cristianos.



José Carlos Martín de la Hoz



Libera, Alain de (1999) Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, Barcelona La Aventura interior

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