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Evidentemente, la aplicación fue beneficiosa pero dolorosa. Como señala un poco más adelante señala Casas: "La cuestión bíblica (deudora en particular de la crítica histórica) provocó un reguero de disposiciones oficiales que, en la práctica, dificultaron el desarrollo de la exégesis bíblica hasta, prácticamente,
La cuestión nuclear la desarrolla acertadamente el Prof. Izquierdo: se trata de la filosofía de fondo de los modernistas: "En cuanto filósofo, el punto de partida es el agnosticismo: no es posible conocer la verdad porque la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Como consecuencia no es posible el conocimiento natural de Dios" (p.53). Y, respecto a la Escritura, el modernista, en palabras de Izquierdo: "En realidad, los libros sagrados son una colección de las experiencias religiosas más elevadas, y la inspiración divina no es sino la necesidad que el creyente siente de manifestar su propia fe" (p.55). Finalmente, recoge el Prof. Izquierdo la respuesta al problema de la historia que se planteó en el modernismo: "En el caso del conocimiento histórico, la tradición acompaña al método histórico-crítico, que es sensible, sobre todo, al reflejo positivo de los hechos de la historia, al cual permite llegar mucho más a fondo en el conocimiento de la realidad histórica de la que los hechos son solamente una manifestación" (p.75).
En la aportación del Prof. Bedouellet, se recoge un texto publicado por Loaysi, uno de los pensadores que provocaron la Pascendi, 30 años después: "Mis propuestas no eran compatibles con la concepción escolástica de los dogmas. Con la divinidad absoluta de Jesús. No eran sostenibles sino en una teoría relativista de la creencia religiosa y de la inmanencia de Dios en la humanidad" (p.164).
Finalmente, el Prof. Saranyana, en la conclusión de esta obra, señala lo siguiente: "El modernismo teológico no fue un intento de abrir vías de diálogo a la Iglesia con la edad moderna (es decir, con la vida política y con el progreso científico), sino, por el contrario, un intento de transformación de la Iglesia para que ésta se adecuase al mundo moderno" (p.304).
José Carlos Martín de la Hoz
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