lunes, 1 de septiembre de 2008

Decadencia y Esperanza

José Carlos Martín de la Hoz

Con este sugerente título el Prof. Gómez Pérez desarrolla una cuestión de perenne actualidad: la decadencia que acaece a las personas y a las culturas. Un hecho ya constatado desde la Antigüedad.

El problema, desde la antigüedad está en la decadencia. Las culturas y las sociedades caen en decadencia. Pero, como ha recordado recientemente el Papa Benedicto XVI: "Donde hay campeones de la vida cristiana, santos, hay contagio. Donde hay santos, surgen nuevos santos". Decía hace unos años un viejo historiador que "España es como el rey Midas: todo lo que toca entra en decadencia". Y, para ilustrarlo, recordaba la serie de monedas de oro que los monarcas españoles enviaron a Roma para el embellecimiento de la Basílica de Santa María la Maggiore. Felipe II, envió monedas de oro macizo, Felipe III oro con menos ley y, finalmente, Felipe IV plomo con un barniz de oro.

Desde la Antigüedad los pensadores interpretaron el devenir de las civilizaciones y su historia, como tendente a la decadencia. Tertuliano y otros autores de los primeros siglos de nuestra era, recogieron ese concepto pesimista clásico y le dieron la forma de las etapas de la vida: nacimiento, desarrollo y muerte.

San Cipriano en el siglo IV, estimaba que esa decadencia de las culturas y civilizaciones era normal y que sucedería hasta el final de los tiempos. También, añadía, le sucederá a la Iglesia, en cuanto compuesta por hombres y, por tanto, estará necesitada de santos que la renueven constantemente.

Así pues el concepto cristiano de la historia muestra como la luz del Evangelio, por una parte sustenta la vida de los hombres estén en la fase que estén, y, por otra, que Dios provee también en cada etapa de la historia de un grupo de cristianos santos que devuelvan la esperanza y hagan surgir nuevas culturas. Benedicto XVI resalta en su libros sobre Jesús de Nazaret: "El bautismo de Jesús se entiende así como compendio de toda la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro: el ingreso en los pecados de los demás es el descenso al infierno, no sólo como espectador, como ocurre en Dante, sino co-padeciendo y con un sufrimiento transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas del abismo" (p.42).

La esperanza está en Dios y en la fuerza transformadora de la gracia de Dios que viene a través de la oración y de los sacramentos otorgados por Cristo a la Iglesia. En ellos el hombre y las culturas se rehacen con la perenne juventud del Amor de Dios. De paso, los hombres y las civilizaciones se sacuden el yugo de las pasiones y de los acostumbramientos. En esa tarea estamos involucrados los hombres y mujeres de cada generación. Eso sí, podemos estar en el bando de los mediocres o en el bando de los renovadores, todo depende del sentido y orientación que, con la gracia de Dios, demos a nuestras vidas.

José Carlos Martín de la Hoz

Benedicto XVI-Joseph RATZINGER, Jesús de Nazaret, ed. Esfera de los libros, Madrid 2007, 447 pp

Rafael GÓMEZ PÉREZ, Decadencia y esperanza, ed. Rialp, Madrid 2007, 184 pp.


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