jueves, 14 de agosto de 2008

La Reforma de la Iglesia

José Carlos Martín de la Hoz

Los grandes reformadores de la Iglesia Católica han sido los santos. Ellos han tenido la virtualidad, en cada etapa de la historia, de ser instrumentos de Dios para avivar el tesoro de la fe y difundirlo en el mundo.

Pasados los años, el Profesor Rodríguez en su último trabajo, realiza un lúcido análisis de la Encíclica Eclesiam Suam de Pablo VI. Así señala: "La reforma de la Iglesia. He aquí un viejo tema de reflexión cristiana, tan antiguo como la Iglesia misma. Podría decirse que es algo constitutivo de la vida eclesial. Y es que la tensión connatural de la Iglesia es radicalmente su propia reforma, es decir el esfuerzo constante y siempre inacabado para que sus formas históricas correspondan a la forma divina. ‘Este es –dice Pablo VI-el gran problema moral que domina la vida entera de la Iglesia’ (Eclesiam Suam, n.14). Es pues, perfectamente católico, el axioma Eclesia semper reformanda"(p.26). La Iglesia y los cristianos siempre estamos en tiempos reconversión y de mejora.

Poco después, el Profesor Rodríguez, subraya una cuestión de gran actualidad, la unión entre Tradición, Escritura y Magisterio de la Iglesia, para citar unas palabras de Pablo VI, llenas de una verdad consoladora: "Esta convicción y la certeza formidable de poseer en el gran patrimonio de verdades y costumbres que caracterizan a la Iglesia Católica, tal cual hoy es, la herencia intacta y viva en la tradición originaria apostólica" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.17).

Finalmente, vuelve al tema de la perenne novedad del Evangelio, recogiendo palabras de Pablo VI, que después de cuarenta años, siguen siendo claras: "La Iglesia volverá a hallar sus renaciente juventud, no tanto cambiando sus leyes exteriores cuanto poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a Cristo…, aquí está el secreto de su renovación, aquí su metanoia, aquí su ejercicio de perfección" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.20).

El eje central de este trabajo de Pedro Rodríguez es la Iglesia, y dentro de ella la muchedumbre de cristianos de toda clase y condición. En ese sentido, recuerda que el bautismo incorpora al cristiano a la Iglesia de un modo pleno y entitativo. Es un cambio radical y profundo. Afecta al ser. Por eso la llamada a la santidad, a la plenitud del amor, no tiene límites y es una tarea siempre nueva. Es independiente de las circunstancias concretas de cada persona. De ahí que señale: "El misterio cristiano es, en efecto, una cuestión ontológica antes que ascética y psicológica" (p.117).

Y, poco después, añadirá: "El ejercicio del sacerdocio común consiste primariamente en la santificación cotidiana de la vida real y concreta" (p.127). Una santidad que implica dialogar con el mundo, en eso consiste la misión apostólica: "Urgencia apostólica, fruto de la vida de fe, que lleva a escuchar a los demás, a tratar de comprenderles y a comunicarles con toda lealtad y convicción el tesoro del cristianismo. Este es el verdadero diálogo" (p.33).

Para leer más:

Rodríguez, Pedro (2007) La Iglesia: misterio y misión. Diez lecciones sobre la Eclesiología del Concilio Vaticano II, Madrid, Cristiandad

Benedicto XVI (2007) La Iglesia, rostro de Cristo, Madrid, Cristiandad


No hay comentarios: