martes, 30 de diciembre de 2008

Reviviendo el blog para Navidad

He de disculparme porque hace mucho que no actualizo el blog: espero no dejarlo tanto tiempo en el futuro.
Os dejo las recomendaciones de Navidad.
LIBROS PARA LEER EN NAVIDAD O PARA PEDIR A LOS REYES

La selección que presentamos pretende ofrecer algunos de los mejores libros de este año o que se encuentran en las librerías con facilidad y que tienen calidad literaria y humana. También se han incluído libros para niños con el fin de que puedan vivir las fiestas con un gran sentido cristiano.

El Belén que puso Dios, de Monasterio, Enrique

El alfabeto de los sueños, de Fletcher, Susan

Una lectora nada común, de Bennett, Alan

Yo fui Masón, de Caillet, Maurice

Enigmas misteriosos. Respuestas sorprendentes, de Batllori, Jorge

domingo, 19 de octubre de 2008

Para jóvenes lectores


Dentro de el inmenso catálogo de publicaciones juveniles que hay en lengua española, destacan las colecciones de una forma especial. Algunas series de títulos ya se están convirtiendo en clásicos, otras no ambicionan más que entretener y otras, como no podría ser menos, tendrán un lugar de preferencia en nuestras estanterías. De todos estos tipos, CDL presenta una lista de libros que pertenecen a colecciones que sobresalen por su calidad.

Artemis Fowl, de Colfer, Eoin


Sangre de tinta, de Funke, Cornelia


Kika Superbruja y los Piratas, de Knister


Geronimo Stilton en el reino de la fantasía, de Stilton, Geronimo


La llave del tiempo 1: la torre y la isla, de Alonso, Ana

sábado, 18 de octubre de 2008

Libro del mes de octubre

OCTUBRE 2008: "La abolición del hombre" C.S. Lewis

"La abolición del hombre" C.S. Lewis, Ediciones Encuentro, 2008

En plena II Guerra Mundial, cuando la contienda parece que exigía una cultureta charlatana y así como de arenga belicista, el escritor anglosajón ofrece unas conferencias en Oxford en las que no habla de las diabólicas acciones de Hitler en Europa sino de la educación de los más pequeños. Cosa francamente inusitada dada la revuelta internacional. La visión de futuro y esperanzadora de Lewis es clara, ¿qué se está enseñando en los centros de estudios?, ¿cuáles son los pilares que deben aprender los lactantes de las primeras letras para que puedan ser los portadores de un mundo más esperanzado que se inaugure tras la contienda mundial?

Algunas novedades

El asesinato de Roger Ackroyd, de Christie, Agatha

Mal de escuela, de Pennac, Daniel

El gran león de Dios, de Caldwell, Taylor

Una locura bastante razonable, de García-Huidobro, Joaquín

La última lección, de Pausch, Randy

El modernismo

José Carlos Martín de la Hoz


Han transcurrido 100 años de la Publicación de la Encíclica Pascendi con la que San Pio X atajó el modernismo. En el volumen colectivo editado por la Universidad de Navarra se recogen los datos fundamentales de aquél problema. Como recoge el Prof. Santiago Casas en la introducción: "la Encíclica Pascendi (1907) desautorizaba definitivamente una corriente de opinión dentro de la Iglesia que, desde 1890, se había abierto camino entre muchos intelectuales católicos, sobre todo en la exégesis bíblica y en la crítica histórica. La misma encíclica definió y dio cuerpo a una doctrina que, por lábil y etérea, parecía escaparse a las cosificaciones" (p.11).

Evidentemente, la aplicación fue beneficiosa pero dolorosa. Como señala un poco más adelante señala Casas: "La cuestión bíblica (deudora en particular de la crítica histórica) provocó un reguero de disposiciones oficiales que, en la práctica, dificultaron el desarrollo de la exégesis bíblica hasta, prácticamente, la Divino Aflante Spiritu (1943). Fue el efecto perverso, por así decir, de unas disposiciones de la Santa Sede, todas ellas muy bien intencionadas, y muy meditadas y prudentes" (p.13).

La cuestión nuclear la desarrolla acertadamente el Prof. Izquierdo: se trata de la filosofía de fondo de los modernistas: "En cuanto filósofo, el punto de partida es el agnosticismo: no es posible conocer la verdad porque la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Como consecuencia no es posible el conocimiento natural de Dios" (p.53). Y, respecto a la Escritura, el modernista, en palabras de Izquierdo: "En realidad, los libros sagrados son una colección de las experiencias religiosas más elevadas, y la inspiración divina no es sino la necesidad que el creyente siente de manifestar su propia fe" (p.55). Finalmente, recoge el Prof. Izquierdo la respuesta al problema de la historia que se planteó en el modernismo: "En el caso del conocimiento histórico, la tradición acompaña al método histórico-crítico, que es sensible, sobre todo, al reflejo positivo de los hechos de la historia, al cual permite llegar mucho más a fondo en el conocimiento de la realidad histórica de la que los hechos son solamente una manifestación" (p.75).

En la aportación del Prof. Bedouellet, se recoge un texto publicado por Loaysi, uno de los pensadores que provocaron la Pascendi, 30 años después: "Mis propuestas no eran compatibles con la concepción escolástica de los dogmas. Con la divinidad absoluta de Jesús. No eran sostenibles sino en una teoría relativista de la creencia religiosa y de la inmanencia de Dios en la humanidad" (p.164).

Finalmente, el Prof. Saranyana, en la conclusión de esta obra, señala lo siguiente: "El modernismo teológico no fue un intento de abrir vías de diálogo a la Iglesia con la edad moderna (es decir, con la vida política y con el progreso científico), sino, por el contrario, un intento de transformación de la Iglesia para que ésta se adecuase al mundo moderno" (p.304).

José Carlos Martín de la Hoz

Casas, S. (ed) (2008) El modernismo a la vuelta de un siglo, Pamplona, Eunsa

viernes, 3 de octubre de 2008

Serie: Grandes Hombres


El género biográfico siempre ha tenido mucho atractivo. Grandes personajes y algunos más secundarios que han ido forjando la historia de los pueblos y de las artes o las ciencias han supuesto un modelo digno de imitar en muchas ocasiones, aunque en otras también supongan un modelo a evitar. Muchas veces leídas y contadas como si fueran novelas de intriga, de pasiones, de ambiciones, de santidad o de buen hacer, las biografías son imprescindibles en una biblioteca contemporánea.

Bismarck, de Voltes, Pedro


Frank Capra. El nombre delante del título, de Capra, Frank


Ronald Knox, de Waugh, Evelyn


Antón Chejov. Vida a través de las letras, de Ginzburg, Natalia


Solzhenitsyn. Un alma en el exilio, de Pearce, Joseph

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Conocer Castilla desde los libros


Diario de un cazador, de Delibes, Miguel

Campos de Castilla, de Machado, Antonio

Los comuneros, de Pérez, Ioseph

La ruta de don Quijote, de Martínez Ruiz, José (Azorín)

Castilla y otras islas, de Del Campo, Jesús

domingo, 14 de septiembre de 2008

Novedades de Septiembre 2008

Los estudios de los hijos, de Gallego Codes, Julio

Trece Runas, de Peinkofer, Michael

Retratos del Medioevo, de Vidal Guzmán, Gerardo

Terror.com, de Merlos, Alfonso

Un largo camino, de Beah, Ishmael

Los obispos y la Inquisición

José Carlos Martín de la Hoz

El catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria, en sus comentarios a la Suma Teológica de Santo Tomás, resalta la importancia del oficio de regir la Iglesia concedido a los obispos, dentro de las funciones otorgadas por Jesucristo cuando instituyó el Colegio episcopal, junto a la cabeza de la Iglesia, el Romano Pontífice. En esos comentarios subraya, también, las demás funciones, y derechos del Episcopado, el origen divino de sus funciones, etc. Todo ello en plena consonancia con la Tradición de la Iglesia.

Precisamente, ante el auge de la extensión del protestantismo, Vitoria levanta su voz para quejarse de la ignorancia y pasividad de los obispos de su época ante la gravísima situación doctrinal planteada por Lutero: "sólo uno de ellos ha escrito contra los luteranos", dirá refiriéndose al que después sería San Juan Fisher (II-II q.2, a.8, ed Vicente Beltrán de Heredia, Salamanca 1932, p.76).

En esas palabras hay un eco del IV Concilio de Letrán (1215), en el que se recordó a los obispos su obligación de permanecer vigilantes ante la herejía: "Si algún obispo fuese negligente o remiso acerca de la expurgación del fermento de la herejía en su diócesis, cuando apareciesen certezas será depuesto del oficio episcopal y sustituido por otro idóneo que quiera y pueda contrarrestar la herética parvedad" (IV Concilio de Letrán, Const. De haereticis, c.3, COD, p.234).

En la reciente bibliografía sobre la Inquisición española, se está volviendo a resaltar los argumentos de los diputados de las Cortes de Cádiz partidarios de la abolición del Tribunal de la Inquisición, que insistían en la defensa de los derechos de los obispos, conculcados por el Santo Oficio, pues suponía, decían, una merma del munus regendi episcopal.

Conviene recordar los argumentos contrarios a esta postura, como la que refleja el diputado por Valencia, Borul: "con el establecimiento del Santo Oficio no se despojó a los obispos del conocimiento de las causas de herejía: lo que se hizo fue destinar a los inquisidores para que les auxiliaran en este pesado cargo, mandando que junto con los mismos hubieran de sentenciar las que se ofreciesen, y que sus procedimientos se habían dirigido siempre no al castigo, sino a la conversión de los herejes" (cf. F. Martí Gilabert La abolición de la Inquisición en España, p.178).

El 22 de enero de 1813, después de muchos debates y con 90 votos a favor y 60 en contra, las Cortes de Cádiz declararon el Tribunal de la Inquisición incompatible con la Constitución. Un mes después se crearon los tribunales protectores de la fe, bajo la potestad de los obispos. Por tanto, la supresión no existió: sólo se reformó su nombre y parte del procedimiento. Así pues, los obispos nunca renunciaron a su oficio de regir la Iglesia, aunque algunos sólo lean parte de la historia.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Martí Gilabert, Francisco (1981) La abolición de la Inquisición en España, Pamplona Eunsa..

Martín de la Hoz, José Carlos. Inquisición y tolerancia, en Anales Valentinos 45/97, pp.119-154.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Los Gnósticos

José Carlos Martín de la Hoz

Ediciones Trotta acaba de publicar el segundo volumen de escritos gnosticos. El texto ha sido preparado por Francisco García Bazán. Con este trabajo queda completa la edición de los textos Apócrifos del Evangelio en donde apoyaban sus teorías Simón el Mago, Basílides, Valentín, Marción, etc. Cómo es sabido, la herejía gnóstica surgió con gran fuerza en el siglo II, perdurando en múltiples formas hasta el siglo IV. Sintéticamente se trataba de una tergiversación del Evangelio mezclándolo con teorías filosóficas.

Es interesante releer el extenso trabajo de San Ireneo de Lyón, adversus haereses realizado alrededor del 180, en donde da cuenta por extenso, tanto de esos apócrifos, como de las teorías de los autores antes mencionados.

La primera característica del gnosticismo es el clasismo. Por eso, San Ireneo señala: "Me parece que no quieren entregar manifiestamente estas enseñanzas a todo el mundo, sino solamente a aquellos que son capaces de pagar substanciales recompensas a cambio de tan grades misterios". Y añade que la predicación de Jesucristo fue universal: "Porque estas cosas no son como aquellas de las que Nuestro Señor dijo: ‘Vosotros que habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente’ (Mt 10,8), sino misterios apartados, prodigiosos, profundos, descubiertos con una labor inmensa a todos los amigos de la mentira" (I. 4,3).

Para hacer creíble su doctrina los gnósticos mezclaban textos falsos de la Escritura Santa con textos verdaderos: "Transfieren y transforman y, haciendo una cosa de otra, seducen a muchos por medio del fantasma inconsistente que se forma de las palabras del Señor así acomodadas" ( I. 8,1). Y, más adelante S. Ireneo lo dice con más claridad: "Introducen además subrepticiamente una multitud infinita de Escrituras apócrifas y bastardas, confeccionadas por ellos, para impresionar a los necios y a los que ignoran los escritos auténticos" (I. 20,1).

Los evangelios Apócrifos no funcionaron pues el propio pueblo cristiano los rechazó, como testifica s. Ireneo en pleno siglo II: "Así ocurre al que guarda de manera inalterable en sí la ‘Regla de la Vedad’, que ha recibido por medio de su bautismo; reconocerá los nombres, las frases y las parábolas procedentes de las Escrituras; pero no reconocerá el sistema blasfemo inventado por éstos" (I.9,4).

Una nota más añade S. Ireneo acerca de estos autores y es que se sitúan por encima de los Apóstoles: "Según Marción solamente habrá salvación para aquellas almas que hayan aprendido sus enseñanzas"(I. 27, 3). Y, la consecuencia inmediata: "A partir de los que acabamos de nombrar, han surgido múltiples ramificaciones de multitud de sectas, por el hecho de que muchos de ellos –o por mejor decir de todos- quieren ser unos maestros: abandonando la secta en la que estuvieron y disponiendo una doctrina a partir de otra, después también una tercera a partir de la precedente, se esfuerzan en enseñar de nuevo, manifestándose a sí mismos como inventores del sistema que han construido de esta manera" (I, 28,1).

José Carlos Martín de la Hoz

S. IRENEO DE LYON, Adversus haereses, ed. apostolado mariano, Sevilla 1999


miércoles, 3 de septiembre de 2008

La defensa de la fe en los primeros años

José Carlos Martín de la Hoz

Como es sabido, Jesucristo, antes de ascender al cielo, otorgó a sus Apóstoles el conocido mandato: "
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; [20] y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20).

Entre otras cosas, para el gobierno de la fe del pueblo y para el tratamiento de la herejía, los Apóstoles recordarían, la siguiente afirmación de Jesucristo: "Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano. En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo"(Mt 18, 15-17). Es decir: corrección fraterna, admonestación eclesiástica, y excomunión.

Santo Tomás, al hablar de la pena de excomunión establecida por San Pablo (cfr.I Cor 5, 2.6), para los herejes, recuerda su significado: defender la fe de los débiles. Por tanto aclara que si los cristianos son firmes en la fe, de tal modo que de su comunicación con los infieles pueda esperarse más bien la conversión de éstos que el alejamiento de aquellos de la fe, no debe prohibírseles el comunicar con los infieles que nunca recibieron la fe, con los paganos y judíos, sobre todo si urge la necesidad (Cfr.S.TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, II-II, q.10, a.9)

Así fue vivido por la Iglesia. Y los obispos, en el transcurso del tiempo, asumieron con normalidad, el munus regendi, que habían recibido los Apóstoles para gobernar la Iglesia. Dentro del cual, como algo muy preciado, estaba el de defender la verdadera fe. Con la excomunión se abandonaba al hereje en las manos de Dios. Al dejarlo ahí, el Señor estaba afirmando el principio de la libertad y de la confianza: es decir se confía en Dios que puede convertir al pecador, y en que el hereje, separado de la Comunidad Eclesial, pueda reconsiderar su posición, y volver, mediante el arrepentimiento, al seno de la Iglesia.

Es interesante releer el extenso trabajo de San Ireneo de Lyón, adversus haereses realizado alrededor del año 180, en donde da cuenta por extenso, del contenido del gnosticismo. En el Prólogo a la obra dice: "Y de la misma manera que nosotros, para responder a tu deseo ya antiguo de conocer sus enseñanzas, hemos puesto todo nuestro cuidado no sólo en manifestártelas, sino también en suministrarte el medio de probar su falsedad, así también pondrás tú todo tu cuidado en servir a los demás, según la gracia que te ha sido dada por el Señor, para que los hombres no se dejen arrastrar en adelante por la doctrina capciosa de estas gentes, que es como sigue"(Lib.I., prólogo).

La conclusión del libro I es la siguiente: "Desde ahora te está permitido, lo mismo a ti que a todos los que están contigo, ejercitarte en todo lo que hemos dicho anteriormente: en destruir las doctrinas perversas e informes de esas personas y en mostrar que sus opiniones no concuerdan con la verdad" (I, 31,4).

José Carlos Martín de la Hoz

IRENEO DE LYON, Adversus haereses, ed. apostolado mariano, Sevilla 1999


lunes, 1 de septiembre de 2008

Sugerencias del mes de septiembre

Los mitos actuales al descubierto, de Barraycoa, Javier

La Paradoja, de Hunter, James C.

Camino de Servidumbre, de Hayek, Friedrich A.

Diario de un pontificado, de Restán, José Luis

Cuentos de Hadas, de Perrault, Charles

Decadencia y Esperanza

José Carlos Martín de la Hoz

Con este sugerente título el Prof. Gómez Pérez desarrolla una cuestión de perenne actualidad: la decadencia que acaece a las personas y a las culturas. Un hecho ya constatado desde la Antigüedad.

El problema, desde la antigüedad está en la decadencia. Las culturas y las sociedades caen en decadencia. Pero, como ha recordado recientemente el Papa Benedicto XVI: "Donde hay campeones de la vida cristiana, santos, hay contagio. Donde hay santos, surgen nuevos santos". Decía hace unos años un viejo historiador que "España es como el rey Midas: todo lo que toca entra en decadencia". Y, para ilustrarlo, recordaba la serie de monedas de oro que los monarcas españoles enviaron a Roma para el embellecimiento de la Basílica de Santa María la Maggiore. Felipe II, envió monedas de oro macizo, Felipe III oro con menos ley y, finalmente, Felipe IV plomo con un barniz de oro.

Desde la Antigüedad los pensadores interpretaron el devenir de las civilizaciones y su historia, como tendente a la decadencia. Tertuliano y otros autores de los primeros siglos de nuestra era, recogieron ese concepto pesimista clásico y le dieron la forma de las etapas de la vida: nacimiento, desarrollo y muerte.

San Cipriano en el siglo IV, estimaba que esa decadencia de las culturas y civilizaciones era normal y que sucedería hasta el final de los tiempos. También, añadía, le sucederá a la Iglesia, en cuanto compuesta por hombres y, por tanto, estará necesitada de santos que la renueven constantemente.

Así pues el concepto cristiano de la historia muestra como la luz del Evangelio, por una parte sustenta la vida de los hombres estén en la fase que estén, y, por otra, que Dios provee también en cada etapa de la historia de un grupo de cristianos santos que devuelvan la esperanza y hagan surgir nuevas culturas. Benedicto XVI resalta en su libros sobre Jesús de Nazaret: "El bautismo de Jesús se entiende así como compendio de toda la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro: el ingreso en los pecados de los demás es el descenso al infierno, no sólo como espectador, como ocurre en Dante, sino co-padeciendo y con un sufrimiento transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas del abismo" (p.42).

La esperanza está en Dios y en la fuerza transformadora de la gracia de Dios que viene a través de la oración y de los sacramentos otorgados por Cristo a la Iglesia. En ellos el hombre y las culturas se rehacen con la perenne juventud del Amor de Dios. De paso, los hombres y las civilizaciones se sacuden el yugo de las pasiones y de los acostumbramientos. En esa tarea estamos involucrados los hombres y mujeres de cada generación. Eso sí, podemos estar en el bando de los mediocres o en el bando de los renovadores, todo depende del sentido y orientación que, con la gracia de Dios, demos a nuestras vidas.

José Carlos Martín de la Hoz

Benedicto XVI-Joseph RATZINGER, Jesús de Nazaret, ed. Esfera de los libros, Madrid 2007, 447 pp

Rafael GÓMEZ PÉREZ, Decadencia y esperanza, ed. Rialp, Madrid 2007, 184 pp.


martes, 26 de agosto de 2008

El Modernismo

José Carlos Martín de la Hoz

Han transcurrido 100 años de la Publicación de la Encíclica Pascendi con la que San Pio X atajó el modernismo. En el volumen colectivo editado por la Universidad de Navarra se recogen los datos fundamentales de aquél problema. Como recoge el Prof. Santiago Casas en la introducción: "la Encíclica Pascendi (1907) desautorizaba definitivamente una corriente de opinión dentro de la Iglesia que, desde 1890, se había abierto camino entre muchos intelectuales católicos, sobre todo en la exégesis bíblica y en la crítica histórica. La misma encíclica definió y dio cuerpo a una doctrina que, por lábil y etérea, parecía escaparse a las cosificaciones" (p.11).

Evidentemente, la aplicación fue beneficiosa pero dolorosa. Como señala un poco más adelante señala Casas: "La cuestión bíblica (deudora en particular de la crítica histórica) provocó un reguero de disposiciones oficiales que, en la práctica, dificultaron el desarrollo de la exégesis bíblica hasta, prácticamente, la Divino Aflante Spiritu (1943). Fue el efecto perverso, por así decir, de unas disposiciones de la Santa Sede, todas ellas muy bien intencionadas, y muy meditadas y prudentes" (p.13).

La cuestión nuclear la desarrolla acertadamente el Prof. Izquierdo: se trata de la filosofía de fondo de los modernistas: "En cuanto filósofo, el punto de partida es el agnosticismo: no es posible conocer la verdad porque la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Como consecuencia no es posible el conocimiento natural de Dios" (p.53). Y, respecto a la Escritura, el modernista, en palabras de Izquierdo: "En realidad, los libros sagrados son una colección de las experiencias religiosas más elevadas, y la inspiración divina no es sino la necesidad que el creyente siente de manifestar su propia fe" (p.55). Finalmente, recoge el Prof. Izquierdo la respuesta al problema de la historia que se planteó en el modernismo: "En el caso del conocimiento histórico, la tradición acompaña al método histórico-crítico, que es sensible, sobre todo, al reflejo positivo de los hechos de la historia, al cual permite llegar mucho más a fondo en el conocimiento de la realidad histórica de la que los hechos son solamente una manifestación" (p.75).

En la aportación del Prof. Bedouellet, se recoge un texto publicado por Loaysi, uno de los pensadores que provocaron la Pascendi, 30 años después: "Mis propuestas no eran compatibles con la concepción escolástica de los dogmas. Con la divinidad absoluta de Jesús. No eran sostenibles sino en una teoría relativista de la creencia religiosa y de la inmanencia de Dios en la humanidad" (p.164).

Finalmente, el Prof. Saranyana, en la conclusión de esta obra, señala lo siguiente: "El modernismo teológico no fue un intento de abrir vías de diálogo a la Iglesia con la edad moderna (es decir, con la vida política y con el progreso científico), sino, por el contrario, un intento de transformación de la Iglesia para que ésta se adecuase al mundo moderno" (p.304).

José Carlos Martín de la Hoz

Santiago CASAS (ed), El modernismo a la vuelta de un siglo, ed. Eunsa, Pamplona 2008, 316 pp.

domingo, 24 de agosto de 2008

Para entender algo de economía

En estos momentos en que la economía es una preocupación nacional puede ser un buen momento para introducirse en los conceptos básicos de la ciencia económica y sus diferentes enfoques, de marcado carácter ético. Hemos hecho una selección de libros de empresa y de economía que permiten calibrar el estado de la cuestión, siempre pensando en la divulgación más que en el texto científico.


Antropología del capitalismo, de Termes, Rafael


Tonterías Económicas, de Rodríguez Braun, Carlos


Economía en una lección, de Hazlitt, Henry


Por qué el Estado sí es el problema, de Woods Jr., Thomas E.


Guía políticamente incorrecta del calentamiento global, de Horner, Christopher C.

sábado, 23 de agosto de 2008

El monacato

José Carlos Martín de la Hoz

El reciente y documentado trabajo de Antonio Linage sobre el monacato, pone de relieve la importancia y la trascendencia de esa benemérita institución que perdura con muchos frutos en nuestros días. En cuanto a los orígenes inmediatos del monaquismo, se han dado muchas interpretaciones. Para los historiadores de la espiritualidad, sus raíces están en la Sagrada Escritura, en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y, en último caso, en el impulso del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y mueve a los cristianos a la búsqueda de la santidad.

Por una parte, convendría resaltar el elemento dinamizador y de tensión espiritual que supusieron las persecuciones. Las huidas provocadas por esas persecuciones, hicieron a algunos descubrir en el desierto su camino para encontrar a Dios. Así interpretó San Jerónimo la vocación eremítica de San Pablo de Tebas, que se refugió en el desierto en tiempos de la persecución de Decio (hacia el 250). Además, el recuerdo de las persecuciones y la doctrina de los Padres sobre el martirio influyeron también en el deseo de ser mártires incruentos.

Por otra parte, al cesar las persecuciones, por la paz de Constantino (313), la Iglesia recibió miles de fieles en poco tiempo. Eso hizo que, en algunos lugares, se perdiera fuerza espiritual en la transmisión del mensaje y profundidad en la catequesis. Esta caída de tensión espiritual la resume Orígenes con toda claridad: "en aquél entonces había pocos creyentes, pero eran creyentes verdaderos, que seguían el camino estrecho que conduce a la vida. Ahora son muchos, pero como los elegidos son pocos, pocos son los dignos de elección y de la bienaventuranza". Por otra parte el siglo III fue un periodo de crímenes y de corrupción moral, con gran burocracia, tiranía -decadencia del Imperio- y, frente a ello, el recuerdo de la primitiva comunidad de Jerusalén de la que atraía su fe inquebrantable y su santidad de vida. Con el paso de los años empezó a hablarse de la necesidad de una vuelta a los orígenes, de la necesidad de una Iglesia santa. Esta sería otra de las raíces del auge del monaquismo.

Ante la abrumadora cifra de miles de cristianos que siguieron este camino, se han levantado voces acerca de la veracidad de esas vocaciones, y de si pudieron influir en ellas causas económicas, huída de responsabilidades y problemas. Es claro que el tiempo y el rigor de esa vida nueva, lejos de toda comodidad, pondría a prueba prontamente esas vocaciones y que sólo los que contaron con la gracia de Dios, y correspondieron a ella perseverarían.

Además, conviene resaltar que los primeros monjes no tenían sensación de ser especiales, ni mejores que los cristianos que se quedaban en el mundo. Por eso comenta el Profesor Pablo Maroto: "no había dos vocaciones diversas, dos caminos de santidad en sentido riguroso, una para los monjes y otra para los laicos, sino que la perfección es única: la del Evangelio. Los monjes son los que se han mantenido fieles al ideal evangélico y para ello habían tenido que rodearlo de estructuras. No obstante, un grave riesgo amenazaba la espiritualidad cristiana: considerar a los monjes -y sólo a ellos- constituidos en un estado de perfección".

José Carlos Martín de la Hoz

Linage Conde, Antonio (2007) La vida cotidiana de los monjes de la Edad Media, Madrid, Universidad Complutense,

miércoles, 20 de agosto de 2008

Eckhart y la divulgación de la santidad

José Carlos Martín de la Hoz

En el transcurso de los siglos se ha planteado el problema, de hasta donde se puede pedir santidad a los cristianos. Es decir si todos están o no llamados a la vida mística. La respuesta del Catecismo de la Iglesia Católica es clara y resuelve una cuestión ampliamente debatida: todos están llamados a la plenitud del amor y de la mística: "El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama ‘mística’, porque participa en el misterio de Cristo mediante los sacramentos –‘los santos misterios’- y, en él, en el misterio de la Santa Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con él, aunque gracias especiales o signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para así manifestar el don gratuito hecho a todos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2014).

Un capítulo de esa historia es la vida del Maestro Eckhart (1260-1328). En los años 1311-1312 el Concilio de Vienne comienza una investigación acerca de la vida espiritual de miles de hombres y mujeres, conocidos como beginas y begardos, que si votos ni reglas están buscando la santidad en el corazón de la Renania. Paralelamente otro movimiento, este sí herético, los hermanos del Libre Espíritu, es condenado y perseguido en 1322, por oponerse a los Sacramentos y a la mediación de la Iglesia para la santificación.

Para Eckhart y sus discípulos Cristo y la Iglesia son el único camino para alcanzar la santidad. Como dice Alain de Libera: "Eckhart y sus discípulos sólo repiten la tesis tomista según la que, por encima del modo común por el que Dios existe en todo por esencia, su potencia y su presencia, existe un modo especial, propio de la criatura razonable, en virtud del cual ‘Dios no sólo existe en ella como lo conocido en lo conociente y el amado en el amante, sisino que ‘habita en ella como en su templo’"(p.23).

Eckhart predicó al pueblo sencillo y lo lanzó a la búsqueda de la vida de unión con Dios sin rechazar ninguna de las prácticas espirituales comunes, vida sacramental, etc. Predicaba abiertamente la radicalidad de la humildad y del desprendimiento interior. El fruto de la nada, es la santidad.

En un momento difícil, donde por parte de la Jerarquía eclesiástica se pedía moderación en la predicación al pueblo para no exponer doctrinas sutiles y prácticas más adecuadas para personas ya formadas intelectualmente, se puede entender el proceso y absolución de Eckhart que sometió sus escritos a la Iglesia. Pero también que esa intensidad mística del Maestro pasara a sus discípulos y quedara sintetizado en el Kempis, manual durante siglos para la vida espiritual de los cristianos.



José Carlos Martín de la Hoz



Libera, Alain de (1999) Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, Barcelona La Aventura interior

martes, 19 de agosto de 2008

Recién salidos del horno (agosto 08)

Criados y doncellas, de Compton-Burnett, Ivy

Claus y Lucas, de Kristof, Agota

Girasol, de Krúdy, Gyula

Llenos de vida, de Fante, John

El sol de la nieve, de Díez, Luis Mateo

jueves, 14 de agosto de 2008

La Reforma de la Iglesia

José Carlos Martín de la Hoz

Los grandes reformadores de la Iglesia Católica han sido los santos. Ellos han tenido la virtualidad, en cada etapa de la historia, de ser instrumentos de Dios para avivar el tesoro de la fe y difundirlo en el mundo.

Pasados los años, el Profesor Rodríguez en su último trabajo, realiza un lúcido análisis de la Encíclica Eclesiam Suam de Pablo VI. Así señala: "La reforma de la Iglesia. He aquí un viejo tema de reflexión cristiana, tan antiguo como la Iglesia misma. Podría decirse que es algo constitutivo de la vida eclesial. Y es que la tensión connatural de la Iglesia es radicalmente su propia reforma, es decir el esfuerzo constante y siempre inacabado para que sus formas históricas correspondan a la forma divina. ‘Este es –dice Pablo VI-el gran problema moral que domina la vida entera de la Iglesia’ (Eclesiam Suam, n.14). Es pues, perfectamente católico, el axioma Eclesia semper reformanda"(p.26). La Iglesia y los cristianos siempre estamos en tiempos reconversión y de mejora.

Poco después, el Profesor Rodríguez, subraya una cuestión de gran actualidad, la unión entre Tradición, Escritura y Magisterio de la Iglesia, para citar unas palabras de Pablo VI, llenas de una verdad consoladora: "Esta convicción y la certeza formidable de poseer en el gran patrimonio de verdades y costumbres que caracterizan a la Iglesia Católica, tal cual hoy es, la herencia intacta y viva en la tradición originaria apostólica" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.17).

Finalmente, vuelve al tema de la perenne novedad del Evangelio, recogiendo palabras de Pablo VI, que después de cuarenta años, siguen siendo claras: "La Iglesia volverá a hallar sus renaciente juventud, no tanto cambiando sus leyes exteriores cuanto poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a Cristo…, aquí está el secreto de su renovación, aquí su metanoia, aquí su ejercicio de perfección" (Pablo VI. Eclesiam Suam n.20).

El eje central de este trabajo de Pedro Rodríguez es la Iglesia, y dentro de ella la muchedumbre de cristianos de toda clase y condición. En ese sentido, recuerda que el bautismo incorpora al cristiano a la Iglesia de un modo pleno y entitativo. Es un cambio radical y profundo. Afecta al ser. Por eso la llamada a la santidad, a la plenitud del amor, no tiene límites y es una tarea siempre nueva. Es independiente de las circunstancias concretas de cada persona. De ahí que señale: "El misterio cristiano es, en efecto, una cuestión ontológica antes que ascética y psicológica" (p.117).

Y, poco después, añadirá: "El ejercicio del sacerdocio común consiste primariamente en la santificación cotidiana de la vida real y concreta" (p.127). Una santidad que implica dialogar con el mundo, en eso consiste la misión apostólica: "Urgencia apostólica, fruto de la vida de fe, que lleva a escuchar a los demás, a tratar de comprenderles y a comunicarles con toda lealtad y convicción el tesoro del cristianismo. Este es el verdadero diálogo" (p.33).

Para leer más:

Rodríguez, Pedro (2007) La Iglesia: misterio y misión. Diez lecciones sobre la Eclesiología del Concilio Vaticano II, Madrid, Cristiandad

Benedicto XVI (2007) La Iglesia, rostro de Cristo, Madrid, Cristiandad


miércoles, 13 de agosto de 2008

Libros frescos para un verano caluroso

¡Qué gran tema para... leer!

Para el que está a la orilla del mar, leer alguna de las múltiples aventuras marinas que se han escrito es parte del ambiente. Y los que estamos tierra adentro podemos al menos refrescarnos la imaginación. Sugerimos algunos títulos clásicos de batallas y aventuras marinas para ocupar este tiempo de descanso.

El comodoro, de O'Brian, Patrick

Moby Dick, de Melville, Herman

El lobo de mar, de London, Jack

Cuentos de los mares del sur, de Stevenson, Robert Louis

Peligro en el mar, de Ibarrola, Begoña

martes, 12 de agosto de 2008

Caro Baroja y el anticlericalismo

José Carlos Martín de la Hoz

Julio Caro Baroja (1914-1995), eminente historiador y etnógrafo, fue publicando en los años ochenta breves artículos y colaboraciones en proyectos de investigación relacionados con la historia del anticlericalismo español. Ahora, reunidos en un solo volumen es más fácil volver sobre ellos y extraer las enseñanzas que contienen.

Evidentemente las páginas más brillantes de este trabajo se concentran en los capítulos dedicados al siglo XIX. Es, en esa época, cuando eclosiona un anticlericalismo dañino, rabioso, lleno de odios y malquerencias, que derivará en la irreligión y en la destrucción del patrimonio artístico y religioso, incendios, asesinatos y violencias, que fueron apareciendo en ese siglo y estallaron, finalmente, en el siglo XX durante la República y la Guerra Civil española.
Volviendo atrás, a los orígenes, conviene reseñar, por lúcidas, estas palabras de Caro Baroja: "Los cargos clásicos del pueblo contra el clero se refieren a la falta de relación entre su conducta y la que se debía tener"(p.57). Este es el significado profundo del solemne acto de purificación de la memoria llevado a cabo por Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000 en la Basílica de san Pedro, dentro de los actos del jubileo del final del milenio, que él mismo evoca en su Carta Apostólica Nuevo Millenio Ineunte: "¿Cómo olvidar la conmovedora Liturgia del 12 de marzo de 2000, en la cual yo mismo, en la Basílica de san Pedro, fijando la mirada en Cristo Crucificado, me he hecho portavoz de la Iglesia pidiendo perdón por el pecado de tantos hijos suyos? Esta purificación de la memoria ha reforzado nuestros pasos en el camino hacia el futuro, haciéndonos a la vez más humildes y atentos en nuestra adhesión al Evangelio" (n.6).

Caro Baroja, señala también, un poco más adelante, con acierto, lo siguiente: "Los frailes mientras ha durado una concepción del mundo teológica, eran los representantes, malos en muchas ocasiones, pero los representantes al fin, de la Santa Madre Iglesia. Y la clásica dualidad entre su conducta no perfecta y la perfección absoluta de lo que representaban, explica el que los pecados particulares no afectan al conjunto"(p.77). Esta es la cuestión: la Iglesia es santa, por su origen, por su Fundador, por su doctrina y por sus frutos, pero los cristianos no lo son, mientras viven. En ese sentido la fe del pueblo cristiano ha sido grande a lo largo de la historia, para superar las miserias del clero y llegar a la raíz del mensaje de la Revelación obrada por Jesucristo y entregada a la Iglesia, generación a generación, hasta el día de hoy.

Pero, muchas veces, se ha confundido al clero con la Iglesia, y esto ha producido escándalo y defecciones, como también admiración y conversiones. Por eso el reto perenne para los cristianos es la santidad de vida. Un reto y una responsabilidad, que requieren constantes conversiones y rectificaciones, para que la conducta se adecue al Evangelio que hemos recibido.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Caro Baroja, Julio (2008) Historia del anticlericalismo español, Madrid, Caro Raggio
Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte, Roma 6-I-2001.

domingo, 10 de agosto de 2008

Interdisciplinariedad

José Carlos Martín de la Hoz


El interesante trabajo colectivo sobre el pecado en la Edad Media, publicado por ediciones Sílex, pone de manifiesto la necesidad de los estudios interdisciplinares y, más en concreto, la necesidad de trabajar al unísono los historiadores de la Iglesia y los historiadores civiles.

Llama la atención que tratándose de un tema de historia de la Iglesia, no haya participado ningún historiador de la Iglesia. En ese sentido la mejor aportación del volumen corre a cargo del Prof. Emilio Mitre, buen conocedor de la historia de la Iglesia por sus trabajos sobre la herejía medieval, etc.,

A lo largo del trabajo se hecha en falta mayor rigor científico para abordar los temas teológicos y hay burdas simplificaciones de la historia de la teología. Afirmaciones peregrinas que dan rubor leer, por ejemplo: "Es preciso indicar, en primer lugar que el pecado contra natura es una invención de la Edad Media en la fase central de su historia"(114). La autora no ha leído ni el Antiguo Testamento, ni las Cartas de San Pablo. También resulta llamativa la siguiente afirmación: "La confesión se asienta en el siglo XII" (190). Y, finalmente, otra: "En el ámbito cristiano el Infierno tiene sus bases en tres textos del Nuevo Testamento que narran el descenso de Cristo a los Infiernos, visiones que se vulgarizaron gracias al Evangelio apócrifo de Nicodemo" (p.380). Como si no existiera la literatura cristiana de los primeros siglos, el Pastor de Hermas o las cartas de San Ignacio de Antioquia o el resto del Antiguo y el Nuevo Testamento.

En muy pocos trabajos se alude a Las Fuentes de los catecismos, de los confesonarios, de los tratados de sacramentos, así como a las catequesis de los Padres de la Iglesia. Si se habla de un tema teológico lo mínimo es aplicar el rigor científico. No bastan unas citas de Santo Tomás o de conocidos autores franceses

Lo más penoso en la historia son las premisas previas, los prejuicios. La prof. Cristina Segura lo muestra con sencillez: "Mi hipótesis de partida es que, por el contrario, en la Iglesia cristiana medieval había actos de las mujeres que eran considerados como pecados; mientras que los mismos actos cometidos por los hombres no tenían esta misma calificación" (209). Y seguidamente añade con asombrosa falsedad, hablando de los hombres: "quienes acudían a la mancebía no eran pecadores" (222). Basta con leer toda la literatura patrística, por no decir la Sagrada Escritura, para comprobar que siempre fue pecado, para hombres y mujeres, la fornicación fuera del matrimonio. El colmo es cuando habla de la excomunión por adulterio (223). Finalmente, una cosa es no tener fe y otra juzgar con coordenadas modernas. Baste un ejemplo: "Si la noción de pecado permite este análisis trasversal, especialmente en la Edad Media, pues es en esta fase histórica cuando arraiga la idea de pecado y se suma a los mecanismos punitivos de control y de disciplina" (113).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Carrasco Manchado Ana Isabel (coord), (2008) Pecar en la Edad Media, Madrid Silex,
Sánchez Herrero, José (2006) Historia de la Iglesia. II: Edad Media, Madrid, BAC, colección Spientia fidei. Serie de Manuales de Teología.

jueves, 7 de agosto de 2008

Pedro Antonio Urbina

Luis Ramoneda Molins

El pasado 31 de julio, falleció en Madrid Pedro Antoni Urbina, que había nacido en Llucmajor (Baleares), en 1936. En abril, acudió a la última tertula literaria de las que celebrábamos en su estudio. Poco después, le diagnosticaron una enfermedad incurable. Ha muerto como vivió, con serenidad, con abandono en Dios y rodeado de tantos que lo queríamos y que estamos en deuda con él. Porque Pedro Antonio escuchaba y procuraba ayudar a todos, con sus sabios y exigentes consejos, fruto de su profunda formación filosófica, teológica y humanista.

Pedro Antonio era un escritor de verdad, riguroso en su trabajo, coherente con sus planteamientos éticos y estéticos. Ha cultivado casi todos los géneros: novela, poesía, teatro, biografía y ensayo, pero esa variedad en los modos de expresarse manifiesta una gran unidad y coherencia. Podría decirse que la obra literaria de Urbina es un compromiso radical con la belleza hacia el encuentro con la Belleza. Lo expresa con hondura en su ensayo "Filocalía o el amor a la belleza", pero también en sus novelas, entre las que destacaría "Cena desnuda", "El carromato del circo", "La página perdida", "La otra gente" (relatos) y, sobre todo, "Gorrión solitario en el tejado", una de las novelas simbólicas más importantes de la literatura española del siglo veinte, en mi opinión.

Su poesía es música, metáforas bellísimas, palabra y silencio, porque se trata de poemas en que lo que se manifiesta y lo que se insinúa andan a la par, en los que se refleja la extraordinaria sensibilidad de su autor, especialmente en su contemplación trascendida de la naturaleza. "Los doce cantos", "Estaciones cotidianas", "La Rama", "Hojas y sombras", "Las edades como un dardo", "Algún interminable mérito" son algunos de los títulos. También ha escrito libros para niños, varias biografías, entre las que destacan "Jesús, el Hijo de María" y "David, el rey". Otro ensayo importante es "Actitud modernista de Juan Ramón Jiménez", resultado de unas clases impartidas en Berkeley en 1992.

La obra de Pedro Antonio es minoritaria, exigente, y quizá por esto no muy conocida. Pienso que el tiempo pondrá las cosas en su sitio y que será valorada y estudiada como merece. De momento, invito a leerla y agradezco a Dios la amistad que hemos compartido.

Luis Ramoneda, escritor


Para leer más:

Gorrión solitario en el tejado
David, el Rey
La otra gente
Web de P.A. Urbina

martes, 5 de agosto de 2008

Tradición y Escritura

Por: José Carlos Martín de la Hoz

El Tesoro de la Revelación entregado por Dios a la Iglesia Católica es vivo y operativo, no ha sido entregado al hombre como una piedra. El sentido literal de la Escritura es importante, pero leído en la Iglesia en la Tradición de los Santos Padres. Más importante es el sentido espiritual; es como una semilla que produce un árbol y ese árbol frutos, y esos frutos nuevas semillas. Cada generación, recibe así la Verdad viva y la trasmite a la siguiente generación.

De hecho, la historia de la espiritualidad muestra que, por su íntima unión con Dios, los santos han visto profundidades que están más allá de la palabra.

Pronto, en la historia de la Iglesia se dio el encuentro con la filosofía. La Filosofía griega se acercó a la fe y entró en diálogo con la Revelación, para ser fecundada por ella. Para penetrar en el Misterio, pues si no hay misterio no hay religión; Dios es trascendente y maravillosamente rico. Ese episodio no es esporádico, es habitual en cada etapa de la historia y en cualquier filosofía. Repasemos el pensamiento de Blondel en el siglo XIX, en su diálogo con el Racionalismo.

Así decía Blondel: "Para afrontar correctamente la cuestión de la presencia de lo sobrenatural y su conocimiento por la historia, es preciso acudir a la noción de desarrollo (…). La primera expresión de una verdad divina, por cercana que esté a los hechos, es plena, pero menos clara que los desarrollos ulteriores" (p.28).

En la concepción cristiana de los orígenes de la Iglesia, se da una perfecta armonía entre Escritura, Tradición e Iglesia. Así lo expresaba Blondel: "Un proceso progresivo y sintético que concentra todos los haces de luz proyectados por la conciencia cristiana en el curso de las edades. Si, ésta es una hoguera que crece sin cesar y que imita, por su calor y su brillo indefinidos, la infinita riqueza de Dios, revelado y siempre oculto, oculto y siempre revelado. Éste es el sentido profundo por el que el Evangelio no es nada sin la Iglesia; la enseñanza de las Escrituras nada sin la vida de la cristiandad; la exégesis nada sin la tradición"(p.36).

En el mismo sentido se expresa también el Prof. Illanes: "Toda filosofía y toda Teología de la historia desembocan, directa y connaturalmente, en una espiritualidad o en una mística de la acción"( p.13).

Finalmente, conviene recordar que el paso del tiempo de oración es clarificador, profundizador, para Blondel: "Este poder conservador (de la Tradición) es al mismo tiempo conquistador, que descubre y formula verdades de las que vivió el pasado, sin haberlas podido enunciar o definir explícitamente, y que enriquece el patrimonio intelectual y hace fructificar el depósito total"(p.56).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Maurice BLONDEL, Historia y Dogma, ed. Cristiandad, Madrid 2004
José Luis ILLANES, Historia y sentido. Estudios de Teología de la historia, ed. Rialp, Madrid 1997

martes, 29 de julio de 2008

El Islam y su futuro

José Carlos Martín de la Hoz

La lectura del trabajo de Mustapha Chérif, profesor de la Universidad de Argel, sobre la tolerancia en el Islam, plantea con toda su crudeza y perplejidad la enorme distancia que separa la civilización occidental y el mundo islámico.
Desde las primeras páginas, subraya la necesidad de la diversidad: "El porvenir de los pueblos de la orilla sur, en especial, y, en general, el de todos los pueblos, depende de la validez del sentido que otorguen a la relación con el otro diferente" (p.28). Enseguida, irá mostrando lo difícil que resulta ese planteamiento en un mundo global, en el que se tiende a ver todos los países musulmanes como algo uniforme, pues desde el Islam, se contempla el mundo occidental como algo uniforme. Por tanto, se parte de la ignorancia mutua.
Evidentemente, no todos los musulmanes son fundamentalistas, ni terroristas: "El problema es que el mundo musulmán no ha sabido responder, de una manera lo suficientemente reflexiva y global, a estas nuevas monstruosidades, a esos movimientos de la muerte y del cierre que actúan en nuestro nombre. Las respuestas han sido tardías, débiles e inapropiadas" (pp. 83-84).
Además, el profesor Chérif reconoce la falta de imagen de ese mundo para el occidente: "La escandalosa debilidad de las prácticas democráticas en la mayor parte de los regímenes, la violencia ciega, la confusión entre religión y política, la ausencia de proyecto de una sociedad coherente, en suma, la práctica del cierre, desfiguran hoy el mundo musulmán y arruinan nuestra imagen" (p.87).
Así pues, la necesidad del desarrollo está presente en esos países, muchos de los cuales están incluidos en el tercer mundo, pero tienen el miedo de perder su fe, que es la esencia total de su cultura: "Con la condición de no caer en la tentación del exceso inverso, que es el de diluirse en el otro y renunciar a mantener el desafío de la autenticidad, la vía permanece abierta para la síntesis entre autenticidad y progreso" (p. 89).
El miedo a la globalización y por tanto a la mundialización del materialismo consumista es un reto: "El ciclo de la historia de las civilizaciones que obedecía a la lógica: nacimiento, esplendor, decadencia, parece haber sido desplazado por la mundialización, que aparece como irreversible, lo que resulta ser otro carácter inquietante del fenómeno" (p.122).
Todas las páginas de este trabajo están transidas de estos pensamientos que hemos recogido ya. Parece que la duda y la perplejidad continúa después de su lectura. Mientras, de hecho, la distancia norte-sur se va agrandando. Así termina el prof. Chérif: "A pesar del fondo común y de las trayectorias indisociables, un abismo más profundo que las fronteras parece que separa a nuestros dos mundos, a las dos orillas del Mediterráneo. Hay una diferencia en el nivel de las mentalidades y de la comprensión de los desafíos que a todos se nos plantean" (p.181).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Chérif, Mustapha (2008) Tolerancia e intolerancia en el Islam, Barcelona, Bellaterra
Gómez Pérez, Rafael (2007) Convivir con el Islam, Pamplona, Eiunsa
Galera, José Antonio (2006) Diálogo con el Islam, Madrid, Palabra

sábado, 26 de julio de 2008

Las JMJ de las antípodas

Por: Ángel Cabrero Ugarte

El Papa ha ido a Australia a hablar a los jóvenes del Espíritu Santo. ¿No resulta un tanto extraño? Podríamos pensar que es más fácil hablar de Jesucristo, porque es Dios y hombre, y nos parece que los jóvenes necesitan palpar la fe, viviendo como viven en un mundo bastante materialista.

Quizá por eso Benedicto XVI, en esta ocasión explica a la multitud de los oyentes cual es la realidad del Espíritu de Dios que habita en sus almas. Quiere transmitirles "el ‘cómo’ llegar a ser testigos. Tenemos necesidad de conocer la persona del Espíritu Santo y su presencia vivificante en nuestra vida –les decía-. No es fácil. En efecto, la diversidad de imágenes que encontramos en la Escritura sobre el Espíritu –viento, fuego, soplo– ponen de manifiesto lo difícil que nos resulta tener una comprensión clara de él. Y, sin embargo, sabemos que el Espíritu Santo es quien dirige y define nuestro testimonio sobre Jesucristo, aunque de modo silencioso e invisible".

Son palabras del Santo Padre en la solemne Vigilia de oración del sábado por la noche que ya es tradicional de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Antes, en la ceremonia de acogida del jueves, en la simbólica llegada en barco al muelle de Sydney, ya había adelantado el tema: "Hace casi dos mil años, los Apóstoles, reunidos en la sala superior de la casa, junto con María (cf. Hch 1,14) y algunas fieles mujeres, fueron llenos del Espíritu Santo (cf. Hch 2,4). En aquel momento extraordinario, que señaló el nacimiento de la Iglesia, la confusión y el miedo que habían agarrotado a los discípulos de Cristo, se transformaron en una vigorosa convicción y en la toma de conciencia de un objetivo. Se sintieron impulsados a hablar de su encuentro con Jesús resucitado".

Desea el Papa que esos jóvenes se conviertan en intrépidos testigos del "acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte". Ante la influencia del relativismo que separa la verdad de la libertad y la tolerancia de modo antinatural, los jóvenes deben llevar a todos la gran noticia, y para eso hay que llenarse del Espíritu Santo como lo hicieron los primeros discípulos el día de Pentecostés.

Y les habla de cómo es el Paráclito, ese Espíritu indefinible según los parámetros materiales, pero asequible por la fe. Usando expresiones de San Agustín dice que el Espíritu Santo es "unidad como comunión, unidad como amor duradero, unidad como dador y don". Por lo tanto, que el Espíritu les lleva a la comunión en la única Iglesia. Que el Espíritu les infunde un amor que estaremos en condiciones de llevar a todas las almas, amor duradero. Que el Espíritu nos anima a darnos, a ser donación como lo es Dios uno y trino.

"Queridos jóvenes –concluirá el Papa-, ya hemos visto que el Espíritu Santo es quien realiza la maravillosa comunión de los creyentes en Cristo Jesús. Fiel a su naturaleza de dador y de don a la vez, él actúa ahora a través de vosotros. Inspirados por las intuiciones de san Agustín, haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión", palabras que llegan a todos los cristianos del orbe, palabra dichas en Australia, y muchas veces también en las antípodas de nuestro pobre modo de vivir.

Ángel Cabrero Ugarte

Radio Intereconomía, 25 de julio de 2008, 20, 30 horas


Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sydney

jueves, 24 de julio de 2008

Benedicto XVI en Sydney

José Carlos Martín de la Hoz


Acaba de terminar la Jornada Mundial de la juventud en Sydney y es hora de empezar a meditar sobre la siembra efectuada por el Romano Pontífice. Hace unos días comentaba asombrado un periodista que aquella inmensa multitud de jóvenes bullangueros de tantos países del mundo, de repente, se quedaran callados escuchando al Santo Padre hablarles del Espíritu Santo.

Lo asombroso es referirse al Espíritu Santo como un tema complicado o complejo. En realidad, los cristianos, desde la más tierna infancia escuchamos y estamos vivificados por el Espíritu Santo que inhabita en nuestra alma desde el bautismo y que es quien nos enseña a amar.

Cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer, buscó en el Nuevo Testamento una biografía sintética de Jesús anotó esta frase: "pertransit benefaciendo". Pasó por el mundo haciendo el bien. El modelo es Jesucristo y el modelador es el Espíritu Santo. Por tanto, también los cristianos, inspirados por el Divino Paráclito, hemos de imitar a Jesús en ese atravesar el mundo haciendo el bien. Con el Espíritu Santo actuando en nuestras almas, atravesaremos las dificultades ordinarias y extraordinarias de la vida amando.

En Geología se estudia un fenómeno muy interesante: la "socavacion magmática": cuando el magma sube desde el manto superior y penetra en la corteza, lo puede hacer subiendo por una grieta (por la diferencia de presión y con la ayuda de los gases que contiene) o puede empapar de modo ascendente y transformar los estratos metamorfizándolos. Veamos un ejemplo: para el primer caso sería, un volcán y para el segundo la formación de las pizarras. También se puede visualizar la socavación con un experimento casero: se toma una cuchara con café y se deposita un terrón de azúcar. Enseguida, por la porosidad asciende el café y todo el terrón en unos segundos se pone de color negro: es decir, respetando la estructura, el café ha empapado el terrón de azúcar.

Trascender, por tanto, es atravesar. Así se podía traducir la biografía de Jesús que señalamos antes: "Atravesó el mundo haciendo el bien". El alma atravesada por el amor, empapada de amor a Dios y a los demás, puede transformar el mundo.

Es completamente lógico que Benedicto XVI invite a los jóvenes cristianos a dejar que el Espíritu Santo guíe sus pasos y construya el proyecto de vida que Dios quiere para cada uno. Todo menos la mediocridad del egoísmo, de la vida acomodada que se deja atravesar por las pasiones. No, el dominio del propio yo, la apertura a Dios y a los demás, hará que atravesando el mundo de amor lo transformemos en humano y divino.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sidney

Benedicto XVI en Sydney

Por: José Carlos Martín de la Hoz

Acaba de terminar la Jornada Mundial de la juventud en Sydney y es hora de empezar a meditar sobre la siembra efectuada por el Romano Pontífice. Hace unos días comentaba asombrado un periodista que aquella inmensa multitud de jóvenes bullangueros de tantos países del mundo, de repente, se quedaran callados escuchando al Santo Padre hablarles del Espíritu Santo.

Lo asombroso es referirse al Espíritu Santo como un tema complicado o complejo. En realidad, los cristianos, desde la más tierna infancia escuchamos y estamos vivificados por el Espíritu Santo que inhabita en nuestra alma desde el bautismo y que es quien nos enseña a amar.

Cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer, buscó en el Nuevo Testamento una biografía sintética de Jesús anotó esta frase: "pertransit benefaciendo". Pasó por el mundo haciendo el bien. El modelo es Jesucristo y el modelador es el Espíritu Santo. Por tanto, también los cristianos, inspirados por el Divino Paráclito, hemos de imitar a Jesús en ese atravesar el mundo haciendo el bien. Con el Espíritu Santo actuando en nuestras almas, atravesaremos las dificultades ordinarias y extraordinarias de la vida amando.

En Geología se estudia un fenómeno muy interesante: la "socavacion magmática": cuando el magma sube desde el manto superior y penetra en la corteza, lo puede hacer subiendo por una grieta (por la diferencia de presión y con la ayuda de los gases que contiene) o puede empapar de modo ascendente y transformar los estratos metamorfizándolos. Veamos un ejemplo: para el primer caso sería, un volcán y para el segundo la formación de las pizarras. También se puede visualizar la socavación con un experimento casero: se toma una cuchara con café y se deposita un terrón de azúcar. Enseguida, por la porosidad asciende el café y todo el terrón en unos segundos se pone de color negro: es decir, respetando la estructura, el café ha empapado el terrón de azúcar.

Trascender, por tanto, es atravesar. Así se podía traducir la biografía de Jesús que señalamos antes: "Atravesó el mundo haciendo el bien". El alma atravesada por el amor, empapada de amor a Dios y a los demás, puede transformar el mundo.

Es completamente lógico que Benedicto XVI invite a los jóvenes cristianos a dejar que el Espíritu Santo guíe sus pasos y construya el proyecto de vida que Dios quiere para cada uno. Todo menos la mediocridad del egoísmo, de la vida acomodada que se deja atravesar por las pasiones. No, el dominio del propio yo, la apertura a Dios y a los demás, hará que atravesando el mundo de amor lo transformemos en humano y divino.

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sidney