jueves, 19 de junio de 2008

Calvino y la política

José Carlos Martín de la Hoz

En su reciente trabajo, Michael Walzer, matiza las relaciones entre el calvinismo y la política. Para ello comienza por explicar como en el siglo XVI la actividad de los calvinistas en Ginebra, se fue trasladando a Francia y a Inglaterra, adoptando nuevas modalidades aunque con un fondo común. La clave de la cuestión era la entrada en la Comunidad. Eso les constituía en elegidos, o como les llama Walzer, en santos, en predestinados. Ellos mismos se sentían llamados a la construcción de un nuevo orden social y político: “La Iglesia calvinista era una organización inclusiva de cristianos que hacen profesión de fe, santos e hipócritas por igual, gobernados por un comité selecto de ministros y laicos” (p.67).

Calvino llevó a cabo una organización que sustituyera a Roma, con un método férreo: “De manera similar, a aquellos a quienes la Iglesia admitía en la comunión, se les advertía sobre su salvación final. Pero eran santos de este mundo y cosechaban, por lo tanto, recompensas inmediatas por sus vidas y costumbres piadosas. Estos eran los que vigilaban e investigaban y castigaban a los otros” (p.68).

Así comenzó una fuerza política independiente de las monarquías, algo que no habían previsto ni Lutero, ni Maquiavelo, ni Felipe II. Como demuestra Walzer: “Fueron los calvinistas los primeros que desplazaron el énfasis del pensamiento político del príncipe al santo (o a la banda de santos) y que, luego, construyeron una justificación teológica para la acción política” (p.16).
La clave de la cuestión fue el concepto de trabajo que pusieron en marcha: “El diligente activismo de los santos –ginebrinos, hugonotes, holandeses, escoceses y puritanos- indicó que la política se había transformado en trabajo y reveló, por primera vez, la conciencia extraordinaria que dirigía el trabajo” (p.16). Respecto a la relación entre el calvinismo y el capitalismo: “la fe de los hermanos, con su énfasis en el esfuerzo metódico y el autocontrol, fue una preparación admirable para el trabajo sistemático en negocios, oficinas y fábricas” (p.320).

De hecho para poder transformarse en santo y poder ser elegido por Dios para ser salvado era preciso trabajar: “El trabajo era una prueba para la cual los hombres debían presentarse por propia voluntad; no presentarse voluntariamente era evidencia de que no habían sido llamados” (p.234). Efectivamente, demuestra Walzer, son contemporáneos, en el origen, el liberalismo y el puritanismo inglés, pero son caminos divergentes, aunque coincidan en algunos principios. Por eso dirá Walzer: “El calvinismo no está relacionado con la modernidad, sino con la modernización, es decir, mucho más significativamente con el proceso que con su resultado” (p.33). Y, un poco más adelante concluye: “El calvinismo no fue una ideología liberal, si bien la vida congregacional fue, sin duda, un entrenamiento para el autogobierno y la participación democrática”. (p.318).

José Carlos Martín de la Hoz

Para leer más:

Walzer, Michael (2008) La revolución de los santos. Estudio sobre los orígenes de la política radical, Madrid, Katz,

No hay comentarios: