sábado, 26 de julio de 2008

Las JMJ de las antípodas

Por: Ángel Cabrero Ugarte

El Papa ha ido a Australia a hablar a los jóvenes del Espíritu Santo. ¿No resulta un tanto extraño? Podríamos pensar que es más fácil hablar de Jesucristo, porque es Dios y hombre, y nos parece que los jóvenes necesitan palpar la fe, viviendo como viven en un mundo bastante materialista.

Quizá por eso Benedicto XVI, en esta ocasión explica a la multitud de los oyentes cual es la realidad del Espíritu de Dios que habita en sus almas. Quiere transmitirles "el ‘cómo’ llegar a ser testigos. Tenemos necesidad de conocer la persona del Espíritu Santo y su presencia vivificante en nuestra vida –les decía-. No es fácil. En efecto, la diversidad de imágenes que encontramos en la Escritura sobre el Espíritu –viento, fuego, soplo– ponen de manifiesto lo difícil que nos resulta tener una comprensión clara de él. Y, sin embargo, sabemos que el Espíritu Santo es quien dirige y define nuestro testimonio sobre Jesucristo, aunque de modo silencioso e invisible".

Son palabras del Santo Padre en la solemne Vigilia de oración del sábado por la noche que ya es tradicional de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Antes, en la ceremonia de acogida del jueves, en la simbólica llegada en barco al muelle de Sydney, ya había adelantado el tema: "Hace casi dos mil años, los Apóstoles, reunidos en la sala superior de la casa, junto con María (cf. Hch 1,14) y algunas fieles mujeres, fueron llenos del Espíritu Santo (cf. Hch 2,4). En aquel momento extraordinario, que señaló el nacimiento de la Iglesia, la confusión y el miedo que habían agarrotado a los discípulos de Cristo, se transformaron en una vigorosa convicción y en la toma de conciencia de un objetivo. Se sintieron impulsados a hablar de su encuentro con Jesús resucitado".

Desea el Papa que esos jóvenes se conviertan en intrépidos testigos del "acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte". Ante la influencia del relativismo que separa la verdad de la libertad y la tolerancia de modo antinatural, los jóvenes deben llevar a todos la gran noticia, y para eso hay que llenarse del Espíritu Santo como lo hicieron los primeros discípulos el día de Pentecostés.

Y les habla de cómo es el Paráclito, ese Espíritu indefinible según los parámetros materiales, pero asequible por la fe. Usando expresiones de San Agustín dice que el Espíritu Santo es "unidad como comunión, unidad como amor duradero, unidad como dador y don". Por lo tanto, que el Espíritu les lleva a la comunión en la única Iglesia. Que el Espíritu les infunde un amor que estaremos en condiciones de llevar a todas las almas, amor duradero. Que el Espíritu nos anima a darnos, a ser donación como lo es Dios uno y trino.

"Queridos jóvenes –concluirá el Papa-, ya hemos visto que el Espíritu Santo es quien realiza la maravillosa comunión de los creyentes en Cristo Jesús. Fiel a su naturaleza de dador y de don a la vez, él actúa ahora a través de vosotros. Inspirados por las intuiciones de san Agustín, haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión", palabras que llegan a todos los cristianos del orbe, palabra dichas en Australia, y muchas veces también en las antípodas de nuestro pobre modo de vivir.

Ángel Cabrero Ugarte

Radio Intereconomía, 25 de julio de 2008, 20, 30 horas


Para leer más:

Textos de los discursos del Papa en Sydney

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